martes, 9 de marzo de 2010

Tiger Lillies, smog hilarante britanico





Crítica de música / Joanna Smith y Miguel Ángel Barba
El imaginario de “The Tiger Lillies” sumergió al Echegaray en un "smog" hilarante británico



Las fotos son de Daniel Pérez/TC
Lugar: Teatro Echegaray, Sábado 06 de marzo de 2010.
Concierto: Songs of Shockheaded Peter and other Gory Verses.
Banda: The Tiger Lillies.
Intérpretes: Martyn Jacques, Adrian Huge y Adrian Stout.


Este fin de semana tuvimos la oportunidad de asistir a un, cuanto menos curioso, concierto.
El Echegaray recibía a “The Tiger Lillies”, la veterana banda británica formada por Martyn Jaques, Adrian Stout y Adrian Huge.

Quienes habíamos visto sus videos a través de Internet echamos en falta todo el universo de personajes, muñecos e imágenes que pueblan sus irredentas composiciones y que suelen suponer un buen respaldo teatral, solo vislumbrado en un par de gags interpretados por el simpático Huge, baterista del grupo, quien a lo largo de todo el espectáculo nos incitaba a no perderle de vista, pues podía sorprendernos en cualquier momento con gestos, medio disfraces, tocando la batería con artilugios o juguetes y toda suerte de resortes y recursos cómicos y escénicos.

La puesta en escena del grupo es simple y básica, con una concepción también simple de la música y del formato de grupo: una batería reducida a su mínima expresión, que más bien parecía de juguete, pero con una ejecución muy buena por parte de Adrian Huge que llegó a hacerla sonar usando como baquetas cuchillos, huesos, mazos y martillos, todos de plástico. Un contrabajo y una sierra musical (serrucho manual o electrónico) tocados por un Adrian Stout bastante correcto y versátil. Y un Martýn Jaques que alternaba el acordeón, el piano y la guitarra clásica o española de cuerpo moderno, con estética a lo “Naranja Mecánica”, transmitiendo su particular concepción del mundo a quienes pudieran entender inglés, ya que con su voz, a veces meliflua, ora desgarrada, podía despistar con su superflua dulzura musical al oyente. Sólo había que mirarle a los ojos y fijarse en su cara y podía atisbarse que algo más se estaba cociendo en el escenario y dentro de él.
Los temas muy simples y las composiciones y arreglos muy austeros, lo suficiente para acompañar la particular forma de cantar de Martyn, en falsete con algún que otro desgarro, a veces maullidos.
Si algo quedó demostrado es que con ingenio y trabajo, aún con muy poco apoyo musical, pueden conseguirse muy buenos resultados. Aunque tampoco fuera nada espectacular ni nada fuera de lo común, sí que consiguieron momentos muy interesantes, a veces muy rítmicos, potentes y otros con atmósferas muy intimistas.

Otra cosa ya son las letras, paranoicas o deprimentes en demasiadas ocasiones. Muchas personas nos planteábamos qué hubiera sido de Martyn si no se hubiera dedicado a la música. Ante el nihilismo declarado en sus letras, su exacerbada insistencia en el suicidio -rayando la apología-, su aparente misoginia (la mayoría de las escenificaciones burlescas e irónicas eran representadas con mujeres), sus constantes momentos musicales depresivos en los cuales la melodía quedaba colgada de una nota de piano mientras él se regodeaba maullante en que todo es una mierda y nada merece la pena en esta vida, su reiteración en lo negativo y en solazarse en los aspectos más oscuros de nuestras propias existencias, sus ademanes cariacontecidos y su constante apariencia contrita, sólo cabe preguntarse ¿este hombre será feliz?

Nos presentaron "Shockheaded Peter and other Gore Verses", muy endogámico, en el que destacaba por encima de todo su propia decadencia reflejada en primerísima persona. Posteriormente hicieron un repaso de repertorios anteriores. Éste, siendo groseramente irreverente en ocasiones, provocó la risa del público al retratar situaciones que en principio podían resultar ser exageradas pero que en realidad son imágenes reales, fotografías de la más cruda realidad. Su propio mundo y su particular imaginario poblado de dioses y antidioses, diablos, descerebrados, paranoias, desequilibrios mentales, etc...

El humor británico más negro, a golpe de batería que acabó siendo desmembrada entre el alborozo del público por un Huge aparentemente desatado que continuó llevando el ritmo recogiendo aquí y allá pedazos de instrumento, mereció un fuerte aplauso al final del tema de un público que abarrotaba el teatro. A la salida el trió saludaba a los espectadores en el hall, firmaban cds y hacían bromas causando la lógica alegría de sus fans. Un espectáculo sólo apto para sus seguidores incondicionales y "con conocimiento de inglés".

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