sábado, 6 de marzo de 2010

Técnica y poesía Flamenca


Crítica de Flamenco / José Antonio Triguero
Flamenco viene del sur. Córdoba... en el tiempo.


Lugar: Teatro Cánovas, Miércoles 3 de marzo de 2010.
Guitarra solista y dirección musical: José Antonio Rodríguez.
Segunda guitarra: Chico Gallardo.
Cante: Sebastián Ruiz.
Baile: Rosario Toledo.
Percusión: Agustín Diassera.


El ciclo "Flamenco viene del sur" de este año se inauguró con la presencia del guitarrista y concertista cordobés José Antonio Rodríguez. En su trayectoria ha contado con colaboradores excepcionales, como es el caso del coreófrago y bailaor Mario Maya que diseñó los bailes de la obra "Tiempo, amor y muerte", la segunda composición de Rodríguez; ha trabajado por encargo con el Centro Andaluz de la Danza, con la Compañía Andaluza de Danza, con el Ballet Nacional de España y ha grabado cinco discos, amén de su participación en la Bienal de 1998. Con este currículum casi académico, choca ver que ha trabajado también con Natalia Oreiro y con Alejandro Sanz además de colaborar en bandas sonoras de películas como "Lola" o "El corazón de la tierra".

Entre lo prolijo y lo intimista, sus seguidores aman sobre todo la naturaleza de concertista flamenco reconocido en esas lides como "maestro". En el ciclo que nos ocupa vuelve a reencontrarse para ofrecerse bien acompañado en el cante y en el baile.

“Córdoba... en el tiempo” es una creación poética y ese lirismo le viene como anillo al dedo para incluir en el recital “Guad El Kebir” y “Manhattan de la frontera”, composiciones con las que abre y cierra su actuación. Así queda perfilado un sereno y sentido homenaje a su tierra, Córdoba.

Comenzando por el arabesco del río Guadalquivir continuó por "A Cobitos", en honra a Manuel Celestino Cobos, una taranta que bebe de los cantes que Luis de Córdoba, que también estará en el Teatro Cánovas, adoptó de "Cobitos". Y siguió por la senda de dar gloria -con el zapateado "A Soler" a su amigo ya desaparecido Manuel Soler, multi-instumentista y flamenco del baile, la guitarra y la percusión. Luego vendrían los jaleos de "Por la ribera del tiempo", "Guadalcázar"con el recuerdo de Fernando Terremoto, la bulería, precedida de cartegenera, de "Arcano" y la magistral composición "Paisaje", entre el tango y la rumba.

Detrás mío estaban Vanesa Martín -estará pronto en el Teatro Cervantes- a quien José Antonio Rodríguez le dedicó un tema- y una de las cantantes de Las Mestizzas. La formación de guitarra acopañante, percusión, cante y baile intensificaba el carácter intimista del concierto, una suerte que poco o nada tiene que ver con la actividad orquestal y otras colaboraciones más ligeras a las que Rodríguez también se entrega.

La iluminación cenital y a contraluz desde el suelo cedían todo el protagonismo a la guitarra, a los arpegios, al sonido limpio, al tempo, el silencio... El guitarrista no se recrea en el ritmo sino en la contención. Es el "sinatra" de la guitarra flamenca.

La bailaora Rosario Toledo es por momentos hiératica, ritual, otras juguetona, describe volutas con las manos y los brazos, tiene buenas transiciones con el zapateado y remata con fuerza y brío las salidas.

Hubo lugar para la sobriedad, para las crisálidas en sus solos. El agua siempre presente con notas cristalinas, magia rompiente, acentos, pellizcos, suspensión, caracoleos, escalas, golpes y pulgar. Se recrea en la dificultad, se ve que es un músico muy técnico. Prioriza la medida, la melodía y técnica que pone al servicio del rítmo y finaliza con regusto aflamencado. Es un virtuoso aunque busca el acento.

La taranta de "A cobitos" pedía una voz. En los lances de la guitarra parecía querer entrar el cante de Luis de Córdoba.

En "A soler", Rodríguez puso más nervio, tocando a dúo con el otro guitarra que acompaña o hace una segunda melodía en una escala más baja. Él pone más de relieve los agudos aunque sus repiqueteos no dejan de ser melódicos.

Cuando se unen cantaor, percusión y la bailaora sale con chalequillo torero, interpreta con los gestos, con la mirada, los silencios, se oye su taconeo con algún acompañamiento sonoro percusivo, cuanto taconea no interpreta y sus desplantes al final del baile son tórridos.

En la pose flamenca adornada de algún ademán que quiere ser contemporáneo, el grupo sigue sus giros de ballet con sabor flamenco. Cuando para tiene muchos gestos de calidad, sostiene en su quietud el compás. La voz de Sebastián Cruz es flamenca pero con un toque moderno, cálida pero con colores y dinámica.

Valga la redundancia en "Paisaje" Rodríguez dibuja paisajes con sus notas, pellizca con todo el cuerpo la guitarra hasta hacerla hablar de lugares, espacios que el alma comparte con la belleza que se muestra en los parajes por donde la melodía pisa. Describe historias más allá de la palabra, las cuerdas elaboran una proyección abstracta que llega hasta el final rebotando historias que se conocen y no se reconocen más que en el sabor de la melodía y los trinos de cada arpegio. Narrativa descriptiva que termina en soleá por bulerías con el apoyo de palmas y percusión.

Sin embargo la devoción técnica le hace ser muy exigente, lo pasa mal cuando la guitarra no responde y así lo reconoció con respecto a "Arcano". Ya se sabe que la guitarra es muy compleja pero su brillo y poder de evocación suple cualquier dificultad. Aliarse con ella es el mejor remedio.

Vivimos un alarde de dominio instrumental, una muestra de sus recursos como compositor e intérprete, muy bien arropado por todo el grupo y remataron la faena con "Manhattan de la frontera" en la que la Toledo, la bailaora saca un traje mantón que no le favorecía por sus flecos que no dejaban apreciar su cuerpo en movimiento ni sus contoneos. Tampoco el rictus dramático que empleó aportaba mucho; mejor cuando sonreía. Terminado este lance, todos de pié a la primera.


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