sábado, 20 de marzo de 2010

Los pasos de Sergio Aranda



Crítica de Flamenco / José Antonio Triguero


Flamenco viene del sur. Pasito a pasito.




Lugar: Teatro Cánovas, miércoles 17 de marzo de 2010.
Obra: "Pasito a pasito".
Idea de María Victoria Rodríguez y Ana Fernández.
Al Baile: Sergio Aranda, Ana Fernández y María Victoria Rodríguez.
Al Cante: Luisa Muñoz, David Vázquez y Jesús Corbacho.
Guitarras: Roman Vicenti y Fran Vinuesa.
Percusión: Miguel 'el Nene'.
Chelo: Batio.

Dirección de escena: Ana Fernández.
Dirección musical: Roman Vicenti.


Un estreno en Málaga y de un malagueño, el gran bailaor, Sergio Aranda que con veintidós años presentó "Pasito a pasito", una obra que gira alrededor de su vida, un intento autobiográfico que se nos puede antojar algo prematuro y como tal, un poco verde en cuanto a su concepto, contenido y realización escénica.

La obra comienza recreando la típica escena de corrillo con hombres y mujeres bebiendo, cantando, bailando  y haciendo palmas. Una recreación del ambiente flamenco que, si bien funcionó musicalmente e incluso coreográficamente, estaba dominado por una simpleza interpretativa que sería constante durante todo el espectáculo. Lo mejor en este sentido fueron los guiños que se hacían entre ellos y las medio conversaciones que se oyeron durante todo el espectáculo. Daban una ambientación y una singularidad auténtica y poco vista en los espectáculos flamencos. Sin embargo, cuando el texto se actuaba, cuando las palabras se dirigían al público sonaban poco creíbles dada la inexperiencia patente que tienen en el oficio de actores. En la puesta en escena no hay demasiados brillos, exceptuando la iluminación que a veces toma la importancia de personaje, con ecos de contemporaneidad y de gran poder de evocación.

Lo mejor, el flamenco. Lo más positivo de esta pieza es su potencialidad. Artistas jóvenes que requieren de más recorrido para ir hacia la obra total que es a lo que apuntan. Fue una arriesgada propuesta que se solventa con genialidades y pobreza argumental; ésto último es lo que hace pensar en cierta pretenciosidad que deben limar. Escenas fallidas como su llegada a Madrid, son un retroceso en la propuesta por el tratamiento excesivamente melodramático y el tono grandilocuente que invita a la pena, la desolación. Nada que ver con las escenas donde la interpretación depende directamente del baile en la que derrochan sentido del ritual, estampa, figura, expresión, poses flamencas y contención dramática.

El baile, el cante, las palmas y la música flamenca tienen elementos dramáticos suficientes como para no echar mano de recursos fáciles que solo alargan la duración del montaje sin aportar más que subrayados, acciones mimadas, obviedades y demostraciones. Ejemplo de ello es la escena donde jugaba al fútbol en el que con un leguaje directo y sencillo, sin apenas palabras, consigue con la percusión hacernos vibrar y divertirnos al mismo tiempo. El uso de los pies, del taconeo, de la planta varonil domina la danza que practica Sergio Aranda, plena de ecos, de sugerencias y de fuerza.

Los apuntes de humor son encomiables pero no siempre dan resultado y es dificil casar eso con lo flamenco. Lo consiguen a veces, aún a costa de ir a contracorriente del propio espíritu de los palos que van desgranando, de la bulería a la taranta, y de las propias letras de los cantes. Si algo no tiene el flamenco es sentido del humor y este intento de la compañía, le honra.

Musicalmente vuelan a gran altura. Hemos de destacar a David Vázquez y Luisa Muñoz en el cante, la guitarra de Roman Vicenti, la percusión de Miguel "el Nene" y el chelo de Batio. Y al baile, Ana Fernández y María Victoria Rodríguez.

Me gustaría resaltar algo que quizás fuera lo que más me enganchó. Cuando representan que actuan a público, Sergio Aranda cede el protagonismo al cantaor y se sienta. Vuelve con serenidad y concentración, baila con el gesto, con el silencio, con la mirada, espera, deja su presencia en el tablao, sin moverse, hace pequeños paseos, cambios de dirección y zapatea sin tapar al cantaor, lo escucha, baila acompañando el cante, se convierte en un instrumento más, como la guitarra. En estos momento, el bailaor es un observador. Igual pasa al final cuando se cierra el círculo y volvemos al corro, actúa como un demiúrgo, crea la ficción que estamos viendo, incluso anima al cantaor Jesús Corbacho a bailar, cosa que acaba haciendo con gracia y salero.

Muchas cosas que mejorar y muchas apuestas novedosas planteadas en "Pasito a pasito" en las que deberán profundizar. Espero que éste sea el comienzo de una gran aventura para el arte escénico- flamenco malagueño.



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