viernes, 12 de marzo de 2010

El buen gusto de Luis de Córdoba




Crítica de Flamenco / José Antonio Triguero



Flamenco viene del sur. Recital.



Lugar: Teatro Cánovas, Miércoles 10 de marzo de 2010.
Programa doble: Jesús Méndez y Luis de Córdoba.

Jesús Mendez con la guitarra de Miguel Salado.
Luis de Córdoba con la guitarra de Manuel Silveria.

Retrospectiva: Luis de Córdoba con José Antonio Rodríguez. que abrió el ciclo el día 3 de marzo.


"Recital" es el programa doble que el ciclo "Flamenco viene del sur" ofreció en las tablas del Teatro Cánvovas el pasado 10 de marzo. El primero en comenzar fue el artista más joven, la promesa, que con aires de Cádiz y el eco poderoso de la Paquera de Jerez entró directamente "a capela" rememorando romances con un corrido andaluz que sorprendió a los espectadores por su fuerza y buen tino escénico. Y la salida de la corrida, con el pregón de Macandé.


A partir de ahí, Jesús Méndez hizo cantiñas, donde demostró dominio y buena dicción, recreándose en la potencia y la claridad de su voz, soleares y siguiriyas donde se lució con flamencura, aunque estuvo algo forzado. Terminó por bulerías y Jerez volvió a inundar el teatro de compás.  Un acierto las voces en off de los palmeros que jaleaban a compás cuando el cantaor se quedaba solo con el  guitarrista. Por Fandangos y Malagueñas -que no estaban en el programa- estuvo más frío, aunque su expresividad, porte y sus largos brazos encandilaron al público sobre todo en el guiño de cantar de pié y sin micrófono el último tercio de dichos fandangos. En cuanto a las malagueñas del Mellizo estuvo correcto aunque sin brillo. El mutis final por fiestas, con todo el cuadro acompañándole, habló del poderío de su tierra gaditana.

Después de una breve pausa, sale Luis de Córdoba medio en penumbra que se para y se planta en espera del aplauso de bienvenida. Es un gran clásico este cantaor y así lo demostró con su magisterio. Comenzó con una vidalita, un cante de ida y vuelta de origen argentino que bordó con gran sensibilidad y preciosismo. Su voz era en ocasiones la de un tiple por sus trancisiones sonoras del falsete al agudo y vuelta e comenzar. Impresiona ver cómo su cante continúa aún terminada la estrofa, tiene cola como si de una rever o un eco se tratara. 

Nos brindó una lección magistral trazando un camino entre la toná y la siguiriya. Instruido, conocedor y bregado, tocó en ese colorario, a Chacón. Fue un recorrido conducido, después de la toná, por el guitarrista Manuel Silveria de manera soberbia. Después hizo unas cantiñas muy antiguas que en su voz sonaron a mieles, incluyendo una jota por alegrías. Vinieron también una malagueña y un cante abandolao. El guitarrista es especial, no abusa de rasgueos, acompaña con trinos, arpegios, punteos y un poderoso pulgar, hace que la guitarra cante en un mano a mano con el maestro Luis de Córdoba.  

El cantaor hizo también un regalo improvisado, unas bamberas que hizo tocar a Silveria como si se tratase de un fandango libre. Más idas y vueltas por colombianas y para terminar, unos tientos tangos donde la precisión de la guitarra, el buen gusto y las excelentes cualidades del maestro quedaron al más alto nivel.

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