jueves, 7 de enero de 2010

Teatro y danza para pensar

En la foto María Otal.

Crítica de danza/ José Antonio Triguero

Título: 32 Rue Vandenbranden.
Compañía: Peeping Tom.
Concepto y dirección: Gabriela Carrizo y Frank Chartier.
Danza y creación: Seolijin Kim, Marie Gyselbrecht, Jos Baker, Sabine Molenaar, Eurudike De Beul.
Concepciónn escénica: Hildegard De Vuyst, Nico Leunen.
Iluminación: Filip Timmerman, Yves Leirs.
Vestuario: Hyo Jung Jang, Diane fourdrignier.
Lugar: Teatro Gades. Fecha: Domingo, 20 de diciembre. Aforo: Lleno.

Peeping Tom
tiene la emoción que la danza belga siempre trae consigo. "Lo que no se ve" y el poder de locura del teatro siguen siendo la bandera de una aventura que comienza con Maurice Béjart en 1960 y que 20 años más tarde continúa con Anne Teresa De Keersmaeker para seguir con Alain Platel, Jan Fabre, Thierry Smits y Win Vankedeybus, por citar los más representativos.

El anterior espectáculo, Peep Show, de la compañía belga que visitó la Sala Gades el sábado y el domingo pasado, fué una trilogía que conmocionó la danza y los teatros por donde pasaba. El tema: la decadencia familiar en una familia aristocrática. La contundencia dramática, el arriesgado ejercicio de danza y la configuración heterodoxa del elenco dejó un gran impacto entre los amantes de la danza. Un bebé de unos meses compartía las evoluciones provocadoras y lúgubres de las coreografías. María Otal será recordada por la valentía con la que afrontó aquel trabajo a una edad octogenaria. Falleció no hace mucho y ha sido una pérdida insustituible según la propia compañía.

Cuando "32 Rue Vandenbranden" llega a Málaga ya se podía saber que se trataba de un espectáculo diferente. Se estrenó en el Teatro Central de Sevilla, presentando una puesta en escena cinematográfica con cierto aire a años 70. Ya lo decía el ciclorama curvado, los diminutos papelitos que formaban la nieve, los personajes, las casas prefabricadas y la música, con una espléndida versión de Shine on your Crazy de Pink Floid.

El paisaje frío, en la montaña nevada, con dos casas prefabricadas a un lado, donde viven una pareja y dos amigos jóvenes y otra más pequeña al otro con una chica joven embarazada y su madre. La imagen que se va formando en el espectador sobre tan peculiar barrio, sobrecoge. Todo está diseñado para que veamos lo que pasa en cada una de las tres viviendas y deja el centro del escenario para la calle, donde se dan los encuentros, los desencuentros, donde los personajes pierden su seguridad y se sienten en peligro. Claro que también veremos los peligros que en cada una de las casas amenazan las reglas de convivencia y las normas sociales. Los personajes se desnudan, sobre todo en el espacio exterior, y dejan entrever sus verdaderas intenciones. La respuesta de cada individuo para adaptarse a las normas sociales tiene una cara perversa. Y la respuesta en grupo para imponer esas normas también. Es una pescadilla que se muerde la cola. Es un cambalache, como dice la canción.

Hay espectáculos de los que la gente sale hablando de lo que ha visto, de lo que le han contado y no de si tal o cual actor ha estado bien o mal. Eso sí, era inevitable hablar de las contorsiones y movimientos coreográficos de alto riesgo que contiene el espectáculo. Pero cosas como cuando hacia el final, uno de los personajes -que anteriormente se ha arrancado el corazón y entregado a su amada, a la que no puede amar-, queda diciendo irónicamente "I'm so happy" hasta morir de frío, son las que dejan una huella interior en la platea.

Toques de humor, pantomima, danza extrema y poesía visual dejan al espectador atrapado en la narrativa del espectáculo. Pero lejos de la catarsis de su anterior obra:






Esta entrada ha sido importada del blog carabo y fue publicada el día 22 de diciembre de 2009. 
Se publica aquí para no variar la fecha en que miyoespectador se inuguró, el día 2 de enero de 2010.

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