martes, 9 de noviembre de 2010

Paradojas de la programación cultural



Tribuna Abierta de José Manuel López Gaona
Lógica difusa en la programación cultural malagueña

La vida cultural de Málaga es extensa; nos estamos acostumbrando a una mayor oferta artística. Es cierto que unas tienen más calidad que otras, incluso las hay excelentes. El público llena los eventos; los críticos no suelen tener claro la razón del éxito. Otras veces auguran el lleno, aunque no ocurre. Sus argumentaciones son tan subjetivas como les apetece. 

Quizás la razón del comportamiento del malagueño se deba a que el hábito del consumo cultural está enraizándose como opción de ocio. Vamos al cine y al teatro; a la zarzuela y al fútbol. Más allá del criterio de la entidad artística del evento cultural, se esta imponiendo la decisión de ocio de los espectadores para sellar el éxito –de público- del acontecimiento. Esto nos lleva a meditar sobre los criterios de programación de los espacios culturales.


Es de suponer que el deseo de los gestores de un espacio es "llenar"; para ello, presumiblemente, se recurre a la solvencia de los artistas. Tenemos ejemplos en el CAC, han llenado con Dexter Dalwood, a mi juicio, un excelente pintor. Vemos como calidad artística y éxito de público van de la mano. La oferta cultural malagueña, en general, procura estar muy atenta a la calidad artística. Pero no debería desdeñar otros criterios como el gusto del público al que va dirigida.

Pero si pienso en el Ciclo de Música Contemporánea de Málaga, donde vamos 4 ó 5, esto cambia. La media de calidad es muy decente, pero la asistencia no tiene su correlato. Si usamos el presupuesto del Teatro Canovas con criterios de "aforos" desaparecería esta manifestación musical y empobreceríamos el panorama cultural. Pero aplicar únicamente el parámetro de calidad artística para programar provoca que la eficiencia de los presupuestos públicos sea menor y que solo la élite lo disfrute. Si, por el contrario, los responsables de invertir esos fondos, se guían por el criterio del público mayoritario para programar, la creatividad se va a resentir, pues irían a lo que presumiblemente va a funcionar.

La ciudad está tomando una entidad cultural -medida por su oferta- notable. Los criterios de programación deben atender a prioridades de gastos públicos. No olvidemos una dimensión de la cultura, a saber la del ocio que enriquece nuestra sensibilidad. Y esa es la prioridad. Incluso, más aún que la exhibición de la creatividad del artista. Hoy, en Málaga, un programador debe saber que los presupuestos públicos están influidos por eso que se viene en llamar “la democratización de la cultura”, por lo que programar implica competir con otras ofertas de ocio.

El reto es no perder calidad artística. Y lo fácil es priorizar la “calidad artística”.

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