miércoles, 30 de junio de 2010

TENEMOS GATO


V CICLO DE HUMOR
LA NARANJA COMPLETA
 TENEMOS GATO 
Por José Manuel López Gaona


Lugar: Teatro Cánovas, Viernes 4 de Junio de 2010  

Texto: Luis Felipe Blasco Vilches
Dirección, Espacio Escénico y Luces: Juan Alberto Salvatierra
EL: Homero Rodríguez Soriano
ELLA: Cristina Rojas

Creo que era Bowie el que decía que no había que ser un hombre rico para hacer grandes cosas. Digo ésto, porque con solo dos actores y un atrezo justo, un simple delantal y un portátil, se puede poner en escena una obra de teatro que mantenga el interés de los espectadores.
La Naranja Completa hace alusión a la ficción de la individualidad completa, a la que nos aboca nuestra sociedad. Yo no necesito a nadie, ni trabajo fijo, ni esposa, ni negocio. Voy tirando con lo que tengo. La trama es la descripción de estrategias de cómo envirutarse a la prójima, desde la inmediatez y la eventualidad; la prójima, a verlas venir. O al menos, esa es la cultura a la que se han de apuntar muchos jóvenes, si quieren adaptarse a los tiempos que corren. 

Estos tiempos definen al joven como ente menor de 45 tacos, con trabajo mal pagado y menor seguridad, que no le concita ningún tipo de fidelidad a la labor que realizan, que tiene un patrimonio de contingencia –moto, ropa, maquinilla de depilar…- y que se ve impulsado a sobrevivir sin más horizonte que el de buscarse una pelas. Obviamente no son mayoría. La ideología del sexo que retrata este montaje solo puede representar a este grupo.

 


Pero este vivir, concita tantas contradicciones como cualquiera otro. Hay una tensión entre bienestar y dolor de cabeza de la taja, al día siguiente; sexo perverso y deseo de maternidad; eventualidad y equilibrio; y así hasta que los adjetivos se nos agoten.

Cristina Rojas y Homero Rodriguez, actores con cualidades extraordinarias; un control del drama que ya empieza incluso antes de que la voz en off del teatro nos advierta que quedan 5 minutos para comenzar la función –pues están esperando en el escenario mientras los espectadores se van acomodando- nos relatan con diálogos muy bien ajustados –casi cervantinos, los escritos por Luis Felipe Blasco- el sentir más íntimo de personas solitarias, que buscan la sensación de grupo, buscando la compañía de otras personas, también solitarias. Y acaban con un mensaje feliz: el chico vuelve a llamar a la chica…

El público que llenaba el espacio, reía a carcajadas y las caras cuando íbamos saliendo, eran de bienestar por el rato que nos habían hecho pasar esta compañía, con este gracioso derroche de bien hacer.

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