miércoles, 17 de febrero de 2010

Magia interactiva




Crítica de teatro / José Antonio Triguero

Fotos: Braojos





Lugar: Teatro Echegaray, sábado 13 de febrero de 2010.

Obra: El jardín japonés. La alfombra interactiva.
Compañía: Teatro di Piazza o d'Occasione.

Intérpretes: Ana Sala, Paola Calucci y Bárbara Stimoli.
Música: Spartaco Coresi.
Proyecto gráfico: Elsa Mersi.
Dirección: Francesco Gandi y Davide Venturini

El XXVII Festival de Teatro de Málaga se ha clausurado con originalidad, novedad, experimentación y transgresión. Si además le añadimos que "El jardín japonés" es una fiesta para los sentidos con glamour del bueno tenemos en un solo párrafo, definido por dónde debería caminar la próxima edición 28.

Para comenzar se trata de la primera visita que la compañía internacional Teatro di Piazza o d’Occasione, hace por estos lares. Esperemos que no sea la última. Y para terminar, que una propuesta para niños sea la que cierre el Festival es otro elemento a tener en cuenta y que, si es con ésta calidad, se debería repetir.


Lo primero que nos encontramos es que los espectadores se tienen que descalzar, puesto que la obra se desarrolla sobre un tapiz multimedia que va cambiando la animación gráfica del mismo al ser pisado o tocado.     El concepto de teatro queda así renovado y dirigido a los sentidos de una manera explícita. La dirección de Gandi y Davide Venturini simplifica el texto en la voz y la serena conducción de la actriz Ana Sala que cuenta un viaje iniciático sobre la creación de "El jardín japonés".

Después el solo de danza de Barbara Stimoli puebla de sugerencias el espacio y muestra el mismo viaje a través de la acción gráfica del piso, un tapiz sobre el que descubrir todos los secretos del jardín. Más tarde Paola Carlucci acompaña a la primera bailarina a la hora de dar participación a los niños y los adultos para que vivencien con ellas, el recorrido visual propuesto. La interacción es lo más relevante del espectáculo y todos los elementos están sabiamente supeditados a ello.

Bonsáis, flores, loto, puentes, escalones de madera húmeda, se van sucediendo en un discurrir plácido y sorpresivo, como el agua. Los niños interactúan con el tapiz en un juego primigenio que no en vano es en realidad, el origen del teatro. Lo virtual se confunde con lo imaginado y con lo experimentado,el movimiento de las dos bailarinas y de los grupos de niños descubren nuevas posibilidades gráficas y a la vez,narrativas. 

El sonido también responde a la evolución de los pequeños, en grupos de cuatro, en parejas, en solitario o en grupos más grandes. Un sonido enmarcado en una deliciosa composición de Spartaco Cortesi.



Para que se hagan una idea es el espectáculo menos egocéntrico que he visto en mi vida, aquí poco importan el virtuosismo, los alardes actorales o los giros textuales que por otra parte, no existían. El gran acierto del espectáculo es la posibilidad de una vivencia real, verdadera. Algo que parece sencillo pero que no lo es.
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