viernes, 16 de abril de 2010

Sazed Ul Alam en concierto


Crónica de Miguel Ángel Barba, traducciones Joanna Smith
Una cuestión de tiempo


Lugar: Auditorio de la Diputación de Málaga, viernes 9 de abril de 2010.

Intérpretes: Sazed Ul Alam, sitarShiv Shankar Roy, tabla, Sushmita Ghosh, Bailarina y Narayan Bhatta charyya,  Cantante.

Si hay algo que nos diferencia a las culturas oriental y occidental modernas es, sin lugar a vacilaciones, tres aspectos básicos de nuestra visión del mundo: el concepto de tiempo, nuestra forma de vernos, por dentro y por fuera. y la diferencia entre escalas de valores. Si quedaba alguna duda sobre esta cuestión, sólo había que acudir al auditorio de Diputación a disfrutar con el concierto ofrecido por Sazed Ul Alam y su cuarteto ad hoc. La parsimonia y tranquilidad con que estos músicos preparan su entorno para tocar y la importancia que dan a la creación del ambiente antes de introducirse en la música, contrastaban sobremanera con la denotación de impaciencia de una parte importante del público por un ligero retraso, a lo largo del cuál se oían murmullos crecientes, que no acabaron cuando Sazed y Shiv aparecieron  y comenzaron con su rutina de preparación previa a tocar. Esas prisas.

Ul Alam nos explicó que la "Raga" que se disponían a interpretar, titulada Nube, estaba compuesta para la época de los monzones. Que, aunque originálmente duraba unas cuatro horas, habían hecho una adaptación reducida dado que no estamos acostumbrados a interpretaciones tan largas. "Raga", en idioma sánscrito, significa color, modo o estado de ánimo. Existen "Ragas" para diferentes momentos del día, épocas del año o  estados de ánimos y consisten básicamente en esquemas melódicos de improvisación basados, en el caso de la interpretada en este concierto, en una escala semipentatónica, muy utilizada en las músicas indias, japonesas, chinas y de Asia central, entre otras.

Una "Raga" pasa por diferentes fases y se divide en tantas partes como estados de animo. Se inició con una primera en la que el sitar comienza a crear y desarrollar el feeling; a partir de notas sueltas, el músico fue creando melodías, improvisando.., más adelante armonías, introduciéndonos e introduciéndose él mismo con el fin de crear la atmósfera adecuada para las posteriores creaciones y encuentros con los demás instrumentos. El sonido mágico del sitar iba poco a poco transportándonos a lugares donde la prisa no tiene cabida.


Desde que en 1965 George Harrison introdujera por vez primera en la historia de la música occidental, éste sonido exótico en la canción "Norwegian Wood", perteneciente al álbum "Rubber Soul" de The Beatles, el conocimiento y el gusto por este instrumento ha aumentado de forma progresiva; primero entre músicos y posteriormente entre todo tipo de aficionados a distintas músicas. Este instrumento apasionante cuenta con 3 cuerdas para el acompañamiento, tanto armónico como rítmico, 4 cuerdas para la melodía y dependiendo del tipo de sitar, de 11 a 19 cuerdas que vibran por simpatía o pulsadas por el dedo meñique, formando las típicas cascadas de notas por las que es tan conocido. Estas últimas se afinan según la tonalidad en la que se trabaje, en función de la posición en que el músico ha colocado los, entre 16 y 20, trastes móviles del instrumento y que definen en cada momento las escalas que se tocarán.

Cuando el músico considera que el feeling se ha establecido y es el momento de pasar a compartir la música comienza la participación de la tabla. Denominada popularmente como "tablas", por estar compuesta por dos tambores; integra uno pequeño llamado "sidda" que se toca con la derecha (dedos o mano completa) y "dagga", el grande, que se toca con los dedos, las palmas y las muñecas de la mano izquierda. Ambos tambores poseen unos pequeños parches, habitualmente de madera de sándalo, que proporcionan sonoridades diferentes al resto de la piel y que consiguen producir armónicos, aunque solo sean capaces de arrancárselos manos expertas. Estas manos expertas solo pueden pertenecer a verdaderos maestros como Shiv Shankar Roy, quien partiendo de un papel acompañante, ya de por sí importante, fue creando una cosmogonía a través de armonías, ritmos, melodías, solos… primero a solas con el sitar y posteriormente con el resto del grupo. No transcurrió mucho tiempo -relativamente claro- antes de que  Shiv y Sazed nos obligaran a un ejercicio de concentración, de adaptación a una especie de éxtasis o estado onírico que es el que se consigue cuando logramos concentrarnos en la música y dejarnos llevar solo por ella. Solo así era explicable el que pareciera que la lluvia arreciaba o que instantes después escampaba. Estábamos viviendo el monzón.

Aquellas personas que están aprendiendo a tocar las tablas saben lo engorroso que es la necesidad de afinar constantemente los parches, así como oneroso es empolvar incesantemente las manos y las pieles para evitar el sudor. Pues, al igual que otros maestros como Zakir Hussain, Tari Khan o Aloke Dutta, Shiv ha desarrollado la capacidad de convertir estas acciones mecánicas y rutinarias en parte de la sonoridad, incluyendo los golpes con el martillito de afinar como parte del acompañamiento y los movimientos con el talco en secciones del propio ritmo.

La cantante británica-sudafricana Narayan Bhattacharyya, si bien no podría considerarse como destacada en estos lares y tras un inicio con problemas de afinación, fue entonando y calentando y creo una buena atmósfera, tanto con su voz como con una guitarra que, con la afinación característica para obtener la base armónica de la "raga", hizo las veces de "tanpura", proporcionando esa textura típica de este instrumento mocórdico, ese  habitual fondo circular de referencia y esa sensación constante de mantra.

Para entonces el escenario ya había sido ocupado por la frescura y la sonrisa brillante, que no artificial, de Sushmita Ghosh que, además de ofrecernos un derroche de fuerza escénica, ritmo, gestualidad medida y comedida, color… nos contó (eso sí, en inglés) cosas interesantes sobre la "raga", el ritmo, el baile hindú… y toda la ceremonia y ritual que los rodea. Comenzó con el rezo habitual de inicio de la "raga". Posteriormente, con voz entrecortada del esfuerzo de estar bailando, cantando las frases rítmicas y hablando al mismo tiempo, nos enseñó a marcar el "teental", compás de 16 tiempos en el que se basaba la danza, progresivamente lento-medio-rápido; el uso de las manos en las cuentas rítmicas y la narrativa corporal, nos acercó al aspecto más sagrado y chámanico de la danza a través de los giros (chakkars) y la percusión con los pies. También pudimos apreciar, gracias en parte a su didáctica y su clase magistral, las "tihais", el "sawal-jawal", todos ellos coletillas o juegos rítmicos de preguntas y respuestas, de letras y poemas…


Finalmente, Sushmita y Shiv nos deleitaron con todo un recital de "thekas", agrupación de ritmos y golpes (bol) serie de sílabas/ palabras seguidas que representan los "bol" de los que se componen y que conforman las características introducciones o improvisaciones de los percusionistas o intercambios entres músicos, bailarinas y cantantes, las conocidas onomatopeyas "dha, tin, dhin…" que conforman el ciclo rítmico llamado "Taal". Muy a menudo los percusionistas de tabla recitan en voz alta los "thekas" que van a tocar justo antes de hacerlo o repiten los recitados por otros músicos.

Llegados a este punto uno se pregunta ¿como es posible que este cuarteto se hubieran unido por primera vez para tocar todos juntos el día anterior? Misterios a parte, noche mágicamente pedagógica.

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