martes, 18 de enero de 2011

Sentimientos encontrados

Declaración ideológica de Boadella


XXVIII Festival de Teatro de Málaga
Teatro Cervantes. Viernes 14 de Enero.
Dramaturgia, espacio escénico y dirección: Albert Boadella.
Reparto: Jesús Agelet, Jordi Costa, Ramón Fontseré, Minnie Marx, Lluís Olivé, Pilar Sáenz, Xavi Sais, Dolors Tuneu.

Fotos: Javier Braojos (excepto cartel)


El último espectáculo de El Joglars me dejó un cierto regusto ambivalente.
En la historia de esta ya considerada mítica compañía, abundan los espectáculos sobresalientes del tipo Los Virtuosos de Fontainebleau, Bye, bye, Beethoven, Ubú President, La Cena o Daaalí, pero entre ellas probablemente Omena-G no encuentre acomodo.
Y no es porque la obra no cuente con valores suficientes como para considerarse un buen trabajo, sino porque no alcanza el nivel de éstas.

2036 cuenta con una buena pàrte de las características que han echo de El Joglars una compañía diferente: irreverencia, ironía, sarcasmo, mordacidad cáustica, un enorme trabajo actoral y buen humor, a veces. Ciertamente el público lo pasó en grande, las risas se repitieron durante toda la obra y los aplausos resonaron en un teatro lleno. Yo mismo reí a lo grande cuando los gags eran elegantes, finos y bien armados.

Pero por otra parte no cuenta con la brillantez de montajes anteriores, destila topicos y humor fácil, repite cánones anteriores, es un poco irregular y dirige toda su causticidad y sarcarmos hacia un solo ángulo de los problemas sobre los que versan las críticas.

Presenta Boadella un futuro de desolación y una España rota, la Federación Iberik, con un lenguaje no muy alejado del que ya comienza a usarse en la actualidad: esa especie de germanía, spaninglish, sms, palabras recortadas y letras eliminadas , donde un pequeño grupo de irreductibles actores asiste en sus últimos días de vida a una sociedad donde los toros están prohibidos, las niñas pueden abortar con nueve años, la eutanasia está generalizada por el ministerio de ecología social, sin pensiones, donde los asilos y geriátricos son núcleos de chabolas por culpa del gobierno actual que acabó con las pensiones.
Lo
s nombres de sus calles son los de la cultura del no a la guerra, pro palestinos o saharauis, los supuestos apegados al poder para vivir del cuento, a los que ataca con dureza el texto.

Curiosamente esta obra cuenta con la colaboración del Ministerio de Cultura del Gobierno de España y el propio Albert aceptó el ofrecimiento de Esperanza Aguirre del puesto que ocupa actualmente como director de los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid.
Quizá por todo esto, en una obra en la que se lanzan constantemente mensajes contra progres, ecologistas, pacifistas, feministas, gays, ironías que no critico en absoluto pero donde rayan a veces las bromas sobre el islam o la violencia de género, se echa en falta un poco de jarabe también para la otra parte, a la que parece que se ha arrimado definitivamente el bueno de Boadella y que parece salir de rositas de todo lo que ocurre en las últimas décadas.
Reitero mi admiración hacia el trabajo de la mayoría de los actores: Ramón Fontseré, Pilar Sáenz y Lluis Olivé al frente, si bien a otros no se les entendía en
ocasiones, y no quiero dejar de destacar algunas escenas con el marchamo inconfundible de Joglars como la introducción en la que los personajes van derivando gestual y corporalmente desde su presente hasta su futuro; el recuerdo al antiguo “cine cómico”, en blanco y negro y mudo; esa especie de catarsis medicamentosa en el ambulatorio, escena hilarante de enorme comicidad y gran ritmo y, finalmente, un guiño a la ternura en una bonita escena que supone el epílogo a la futurible historia de Els Joglars, una coda que resume el trabajo de estos grandes de la tragicomedia irreverente.

Omena-G deja entrever que, aunque aún queda mucha munición teatral en Els Joglars, Boadella sigue mostrando signos de agotamiento y parcialidad absoluta en la dirección de sus críticas.

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