domingo, 8 de agosto de 2010

El Cielo y la Tierra en la Cueva del Tesoro


El Cielo y la Tierra se dan la mano en las entrañas de la Cueva del Tesoro
Por 
Miguel Ángel Barba
(Fotos de Miguel A. Barba))


I Ciclo de Músicas del Mundo de la Cueva del Tesoro
Viernes 30 de Julio
Luis Paniagua

La Cueva del Tesoro (del Higuerón o del Cantal como también se conoce en Málaga), única gruta marina visitable de Europa y una de las tres únicas cuevas de origen marino que se conocen en el mundo, ha sido escenario entre los días 29 y 31 de julio del I Ciclo de Músicas del Mundo

Realmente este lugar se constituye como idóneo para conjurar este tipo de rituales y ceremonias musicales, no en vano atesora en su interior un santuario fenicio de advocación a la diosa Noctiluca y su sonoridad es 
fantástica.


Pero es reseñable que el espacio no está bien acondicionado y de las 120 localidades posibles, un buen número de asistentes no ve prácticamente nada, lo cual sumado al hecho de que no están numeradas lleva a que muchas personas puedan sentirse desilusionadas porque, si bien ha pagado lo mismo que los demás, se ha perdido casi todo el concierto. Es entendible que la propia estructura de la cueva dificulte la distribución de las localidades, pero no es difícil imaginar las múltiples formas que existen de adaptación provisional sin perjudicar a la misma.

Centrándonos en lo estrictamente musical, el jueves se inauguró con el concierto ofrecido por el trío Hairkan, que fusiona músicas de instrumentos de la India, África, Turquía, Asia Central y Australia.

El viernes 30, pudimos disfrutar sin duda de una experiencia no muy habitual por estos lares con la magia de la lira milenaria y la voz de Luis Paniagua. El 31 cerró el ciclo el grupo El Sombrero del Alquimista que sus propios componentes definen como un viaje musical por el Mediterráneo para recuperar timbres, sonidos y formas musicales olvidadas en nuestra tierra pero que forman parte de su desarrollo cultural e histórico. Tanto éste último como Hairkan cuenta entre sus filas con el músico malagueño Ignacio Béjar, quién coordinó este I Ciclo y nos presentó a Luis Paniagua.

El concierto al que tuve la oportunidad de asistir, venía precedido por la estela de Luis Paniagua, músico especializado en música antigua y que toca instrumentos de 4.000 años de antigüedad, algunos de ellos. Ya por el año 1972 formó parte de Atrium Musicae, grupo de música antigua europea dirigido por su hermano y maestro Gregorio Paniagua, por el que pasaron un buen número de músicos -hoy día emblemáticos- en la recuperación de músicas antiguas y en las denominadas músicas del mundo. Desde entonces este prolífico intérprete, compositor y productor ha trabajado para teatro, danza y cine por medio mundo y ha creado su propio sello Silentium Records.


A lo largo del concierto Paniagua nos presentó El cielo en la tierra, una continuación conceptual del que fuera Premio nacional al Mejor Álbum de Nuevas Músicas en 2002, Nanas al Sol, del que también ofreció algunas gotas de su esencia. Estuvo acompañado todo el concierto (excepto unos ápices de percusión) de su inseparable Lira Mitológica Griega, instrumento que se remonta a 500 años a.c. y que, según la leyenda, fue inventado por Hermes, hijo de Zeus y de la ninfa Maya. La que él tocaba fue construida por su hermano, el luthier Carlos Paniagua, como mandan los cánones: con una concha de tortuga terrestre, dos cuernos de impala, una piel de ternero y siete cuerdas de tripa.

Arropado por su profunda voz, de gran belleza y sonoridad, con unos hermosos bajos y unos suaves agudos, perfectamente proyectados en la cueva para aprovechar sus sonoridades, un shake de semillas, unas campanitas y haciendo de la lira el único acompañamiento armónico del concierto, tocada en ocasiones con un pequeño plumero, logró efectos cautivadores, con una música paciente, desde siglos escuchada, no apta para personas presas de la intranquilidad. Una persona, su voz y todo su aparato fonador al servicio de la magia, acompañado de una pequeña lira de tan solo siete cuerdas... Al bajar al vientre de la gruta había que despojarse de los prejuicios y desproveerse de los estereotipos que habían de ser depositados a la entrada del recinto, antes de descender el Pozo del suizo. Solo de esta forma es posible disfrutar y recepcionar todos las sensaciones que de ella emanaban.
El encantamiento de la cueva, el fresco, el olor a piedra mojada, inmemorial, antigua, hundida en la sima del tiempo, como la música, omnisciente. Cautivadora, con inalcanzables conexiones, como el Mediterráneo bajo las grutas excavadas por él mismo hace millones de años. Así, la voz y la lira de Luis Paniagua creaban una mística conexión, inesperada para muchos. La atmósfera, las sonoridades reverberadas desde todas las cavidades milenarias de la roca disuelta... Cristalografía musical. Y nosotros, atrapados entre unas armonías neolíticas en una estancia megalítica. Una voz que, desde el diafragma mismo, resbala suave y profundamente hasta las recónditas galerías y que es devuelta, desde lo ignoto, ronroneando entre estalactitas y serpenteando entre estalagmitas.


Y Noctiluca seguro que subió impelida por el deseo de danzar sus melodías, que surgían sin solución de continuidad, aparentemente sin fin, y que nadie se atrevió a interrumpir con aplausos para no fragmentar el firmamento abierto desde la solicitud que nos hiciera inspirar tres veces profundamente antes de iniciar el concierto. Y así continuó, nadie osó romper el encadenado de hechizos que Paniagua iba construyendo. El silencio total reinaba entre tema y tema, lo que acrecentaba la sensación de ascetismo e, incluso por momentos, de introversión. Algunas personas disfrutaron de gran parte del concierto con los ojos cerrados.


El encantamiento se acabó con los aplausos finales del concierto y para los bises nos reservó Luis una demostración de experimentación con la voz y la percusión, gran parte de esta última corporal, con juegos de dedos en su boca y labios, así como otras improvisaciones.

Y para el final un tema (él prefiere llamarles músicas) de Nanas de Sol, basado en las Palabras de Cohelét, del Eclesiastés: Todo tiene su tiempo y su momento, cada cosa bajo el sol. Prejuicios y estereotipos fuera de la cueva, por favor. Es la única forma de disfrutar en toda su plenitud de la experiencia de El Cielo en la Tierra de Luis Paniagua.


Y el año que viene más. Antes, este mes el X Festival internacional de música ′′CUEVA DEL TESORO′′.

1 comentario:

  1. Espero que el año que viene recuerdes anunciar con anticipación el cartel de estos conciertos.
    Nubelibre

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