jueves, 24 de junio de 2010

Títeres sin gambas. Día Dos. VI Festival de Títeres



Gambas versus títeres
Críticas de José Antonio Triguero 
"Shrimp Tales" (Día Uno) y "Famous Puppet Death Scenes" (Día Dos)


Fotos: Javier Braojos


Lugar: Teatro Cánovas, jueves 27 de mayo de 2010
Obra: Famosas escenas fúnebres de títeres


Los títeres no necesitan inventarse rarezas para ser vanguardia. La verdad del Arte de los Títeres es que cuanto más se enraízan en la tradición, más contemporáneos son en potencia. Pero no solo la tradición es necesaria, además hay que comprender la especificidad de esta disciplina. Cuando estas dos cosas están claras, presenciamos trabajos que fluyen como el que vimos después del día de la gamba.

El títere puede morir de múltiples formas, el titiritero da la vida a los muñecos y también se la quita. Es impresionante ver cómo un objeto inerte cobra vida y muere ante nuestros ojos. Desde la mueca más trágica a la más cómica.

El espacio escénico está ocupado por un tabanque tradicional con tres ventanas, una principal y dos pequeñas a los lados, conformando un tríptico gigante y gótico. El espacio sonoro está salpicado de sonidos y músicas, incluido "Raphael" que sirvió para dar atmósfera a esta historia de títeres que se mueren. Un pequeño sainete va intercalándose entre las historias con dos protagonistas: una mano gigante y un enano, ella le hunde la cabeza en un ejercicio titiritero de primer orden.

Un títere narrador, el anfitrión, presenta y conduce el relato a modo de autor clásico y explica que, dado que todos morimos, ha elegido las mejores escenas del teatro de títeres acerca de la muerte. Para ello, la compañía ha utilizado 23 obras de las que ha ido sacando escenas para crear una textura uniforme, sólida y muy sugerente.

La primera en la boca, un personaje ha de elegir entre dos puertas en las que figuran las palabras "Ja" y "Nein". Moraleja: sea cual sea tu elección el monstruo acaba engulliéndote literalmete. De esta manera, la selección de escenas se convierte en una serie de aforismos con sentido propio, escenas fúnebres y humor negro que destilan desmembraciones, yuxtaposiciones, sinécdoques, metáforas y todo un universo poético propio del títere.

También funciona la acumulación al estilo de Tadeus Rozewicz o los cuentos cortos de Witold Gombrowicz, como en la escena del suicidio en familia, una de las más impactantes y corrosivas; hacen uso de las sinestesias, de las sinergias y de las paradojas propias del teatro de objetos, como en la escena animista del niño con los juguetes; la guerra ritual y la muerte heróica también aparecen en esta obra y el recurso de la amplificación, como en la escena de la abeja.

Existe un uso rico de la fragmentación tanto en las escenas como en la acción de los personajes y, sin embargo, para no perder la unidad de la pieza rehúsan entrar en experimentar con la multiplicidad o la contaminación. A veces, se echan de menos estos recursos que tornarían la comicidad en algo más inquietante y con más planos de significación pero es verdad que la sabia segmentación de la dramaturgia despliega con más precisión el afilado humor de las escenas, como es el caso del libro del que se va pasando hojas en un zoom de un dibujo de una casa, primero lejana, y que termina con un primer plano de la puerta. Dado que conforme nos acercamos a la casa se van oyendo los gritos de una pelea que acaba con un crimen, el actor cierra el libro antes de llegar al interior; de ese modo, el efecto es poético y humorístico, crea una extrañeza de aspecto sombrío que solo se puede lograr así, con el exacto estilete de la sinestesia fraccionada.

Excelente también la atmósfera pictórica y cinematográfica que logran en la mayoría de las escenas, así como el uso de carteles para situar la acción. Homenaje a Alfred Jarry. El misterio y la poesía del espectáculo recuerda los poemas visuales de Joan Brossa y el ambiente, el ritmo y la cadencia al teatro de Tadeus Kantor, eso sí, sin la misma trascendencia existencial que sí tiene la última escena.

Se podrían citar multitud de cuadro excelentes como la apuesta, dentro del sainete, entre el enano calvo y su doble en el que hinchan o deshinchan sus cabezas;  y también, otras muchas. Pero sobre todo el final espléndido donde el anfitrión muere y la parca viene a llevárselo en una especie de romanticismo gótico que embargó el espíritu de todos los asistentes, especialmente por la mirada penetrante de los seres inertes, que eso son los títeres a fin de cuentas. Y es que el hilo que va de la vida a la muerte es, en realidad, el territorio natural del teatro de muñecos.

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