Crítica de teatro para niños por Jesús Solo de Zaldívar
Una aproximación a Washington Irving
La Poesía de los TíteresEl Castillo Rojo
La Maquiné
Fotos: Francis G. y web de la compañía
Título: El Castillo Rojo
Autores: JOAQUÍN CASANOVA Y ELISA RAMOS
Dirección: JOAQUÍN CASANOVA
Música: CLAUDE DEBUSSY, MANUEL DE FALLA y DANIEL TARRIDA
Actores, manipuladores: ELISA RAMOS, JOSÉ RODRIGUEZ Y ANA PUERTA
Músico interprete: DANIEL TARRIDA piano
Técnicos: DAVID CALERO Y JOAQUÍN CASANOVA
Dirección actoral: ROSA DIAZ. Asesor de guión: MIGUEL. A. MOLEÓN. Diseño espacio escénico y realización proyecciones: JOAQUÍN CASANOVA. Diseño de iluminación: TATIANA REVERTO. Diseño y realización de títeres y objetos : JOAQUÍN CASANOVA Y ELISA RAMOS. Espacio sonoro: MARIANO LOZANO. Realización escenografía: LA MAQUINÉ Y RENALD SAN MIGUEL. Atrezzo: ELISA RAMOS, PABLO GARCIA, JOSÉ RODRIGUEZ Y CARMEN RAMIRÉZ
Francis G
La compañía granadina La Maquiné trajo el pasado fin de semana al Teatro Cánovas su obra de títeres y objetos El Castillo Rojo, un espectáculo visual no carente de riesgo; hacer una obra de teatro dirigida al público infantil, sin diálogos y con el único acompañamiento sonoro de un pianista tocando en directo piezas de Debussy y de Falla supone un gran reto, y éste se ha superado con creces: tanto niños como adultos quedamos hipnotizados por la magia del espectáculo. Y no me refiero a grandes efectos, sino a la magia de la poesía, de la sencillez; es una puesta en escena que nos entra por los sentidos, llena de referencias a los iconos de la Alhambra, a la que llega Washington Irving en 1829 con 46 años y en donde se aloja mientras escribe los "Cuentos de la Alhambra", la obra en que se inspira el espectáculo.
Sin recurrir a recursos tradicionales del teatro infantil, se mantiene la atención del público con una coreografía que, a través de los títeres, nos descubre las impresiones del autor norteamericano al entrar en contacto con las leyendas de Al Andalus y el exótico universo del famoso palacio nazarí.
Comienza la obra con un sonido de tac, tac, el latido del corazón que los manipuladores insertan en la marioneta inerte, dándole vida. A partir de ahí, la realidad del escritor y la ficción de las leyendas se entremezclan para crear esta ensoñadora fantasía visual: la gacela y el mono, el patio de los leones, fuentes, albercas con nenúfares y peces, el tesoro y los bandidos, el genio, y por supuesto, la princesa, cobran vida sobre el escenario, que sólo rompe su negrura para dejar paso a la sencilla pero efectiva escenografía, compuesta por una serie de cajas de igual tamaño que cambian de posición según las necesidades. Con estos elementos, bien sustentados por la cálida iluminación y continuas proyecciones, se sitúa la acción y se crean momentos de gran belleza, sin dejar de lado el sentido del humor que corre a cargo del soldado, un personaje recurrente que persigue continuamente a una mosca, creando situaciones que hicieron reír a los más pequeños. Los títeres están bien construidos y manipulados con destreza, muy bien sincronizados con la música del piano que, situado a un lado del escenario, me hacía pensar en las películas de cine mudo con el maestro tocando y dando ambiente a las imágenes proyectadas.
Al final aplausos, y una vez más la sensación fue de pena al ver tres cuartas partes del patio de butacas prácticamente vacío. Poco público para un buen espectáculo, lo que me hace recordar lo que ya sabemos y que ha salido a debate en algún rincón de este blog no hace mucho, y es que la calidad de un espectáculo o artista, no es ni mucho menos, directamente proporcional al número de espectadores. Así es la vida.
Francis G
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