martes, 7 de junio de 2011

Zarzuela La Marsellesa, nueva coproducción malagueña.

 Por: Alfonso Urdiain Hermoso de Mendoza  
Fotos del propio autor y de Dani Pérez/TE (última)

LA MARSELLESA (1876)
Zarzuela
Teatro Cervantes, 5 de junio de 2011.
Zarzuela en tres actos de Manuel Fernández Caballero con libreto de Miguel Ramos Carrión. Versión de Francisco Matilla.
Flora:  María Rodríguez
Magdalena: Dietrich  Ruth Rosique
La marquesa:  María Lourdes Benítez
Rouget de L´Isle:  Alejandro Roy
Renard:  Juan Manuel Corado
Sacristán San Martín:  Francisco Sánchez
Dirección de escena:  Francisco Matilla
Director del Coro:  Francisco Heredia
Dirección musical:  Lorenzo Ramos

El pasado domingo,  5 de junio de 2011, tuvimos la oportunidad de ver en el Teatro Cervantes de la capital malagueña la reposición de la casi olvidada zarzuela La Marsellesa, ahora versionada por el madrileño Francisco Mantilla, quien ha recortado el libreto original para ajustar a dos horas de representación las cuatro iniciales, adaptando los diálogos y transformando el verso inicial en una prosa supuestamente más asequible a nuevos públicos.

En esta ocasión, la producción prometía: Teatro Cervantes de Málaga, Ópera Cómica de Madrid y Coro de Ópera de Málaga, contando con la Orquesta Filarmónica de Málaga y con un buen elenco vocal nacional, superando, en principio, lo que nos tienen acostumbrado las producciones del Teatro Lírico Andaluz, como la reciente La Revoltosa.

El público malagueño respondió positivamente a la convocatoria y nuestro Teatro Cervantes presentó una excelente afluencia de espectadores en la representación del domingo a la que asistí. Casi lleno. Un puzzle de  generaciones, en el que predominaban las perlas en las señoras y canas en el género masculino. Lo esperado.

El argumento de esta zarzuela elige la revolución francesa y elección de su himno nacional como hilos conductores de unas entrecruzadas y trágicas historias de amor, salpicadas con las chispas cómicas del personaje del sacristán-ciudadano Nerón, -encarnado por el tenor Francisco Sánchez-, que fue la voz e interpretación más sobresaliente pese a lo secundario de su papel.

El Tenor Alejandro Roy (Rouget) y la soprano Ruth Rosique (Magdalena) fueron, tras él, las voces más afinadas y bellas. Maria Rodríguez (Flora), en cambio, se mostró forzada en todo momento e incapaz de vocalizar lo suficiente como para hacerse inteligible, defecto del que también participaron la mayoría de los cantantes. Correctas las voces secundarias y coros.

Elegante y cuidado vestuario de época, -diseñado por la andaluza Mariana Mara y cosido en la malagueña sastrería Cornejo-, y el atrezzo, que brillaron con luz propia y contrastaron con un escenario minimalista y espartano, que optó por la formula de retroproyecciones alegóricas como único elemento cambiante para cada acto, cuadro y escena. Mejorable.

La obra, en tres actos, se dividió a su vez en cuatro “cuadros”, coincidiendo con las pinturas expresionistas de la polifacética Mariana, que eran proyectadas al inicio de cada uno. Las pinturas originales, sobre tabla o lienzo, se pudieron contemplar en el hall de entrada del teatro, intentando contagiar del espíritu de esta producción desde antes de comenzar.

Magnífica la interpretación de la Orquesta Filarmónica de Málaga, en su atuendo negro más informal, dirigida por un expresivo y entregado director, Lorenzo Ramos, en frac riguroso, quien se despedía del público malagueño al haber sido prematuramente cesado en sus funciones de Director Artístico de la Temporada Lírica. Parece que se avecinan malos tiempos, incluso peores, para los aficionados malagueños a la lírica.



La orquesta, en su foso, estaba casi al completo: profusa en vientos y percusión (4 percusionistas), limitada ligeramente en número en las cuerdas, con dos arpas y piano. Curiosa y acertadamente, un arpa y piano suenan invisibles en un lateral del escenario en el primer acto en la escena de interpretación de la marsellesa por su autor.

El joven Josef Horvath fue elegido como concertino en sustitución de la ausente Andrea Sestakova. Su solo de violín durante el segundo acto despertó, insólitamente, espontáneos y merecidos aplausos.


El público acogió con aplausos los pasajes más representativos, convirtiéndose en ovación al finalizar la representación.

Recomendable.


No hay comentarios:

Publicar un comentario