miércoles, 1 de junio de 2011

De cómo la constancia y la autodisciplina conducen a la excelencia

por Miguel Ángel Barba


Viernes 27 de Mayo

La música en tiempo de Picasso
Ishay Shaer: Piano


70 personas asistíamos, sin podernos creer una audiencia tan baja, a la puesta de largo en Málaga de un enorme pianista con una proyección y un futuro al que pocos le ven el punto de fuga. No por difuso sino por lejano. Pero que aún no ha alcanzado un magnetismo suficiente por nuestros lares.



Un pianista de 28 años que comenzó sus estudios hace la friolera de 21, que lleva tres cuartas partes de su vida dedicado al piano y que ha alcanzado a tan corta edad la maestría, la técnica y el virtuosismo que atesora, no puede defraudar, como así fue; pero tampoco puede atraer a tan poco público como el que se dio cita en el Echegaray.
Si consideramos que al día siguiente decenas de miles de personas jaleaban aviones de guerra y máquinas militares y aplaudían las maniobras de un montón de soldados, podemos hacernos una idea de por qué una ciudad como la nuestra no fue merecedora de ser Capital Cultural de nada: aquí lo que atrae es el ruido, así que la música mejor la dejamos a un lado y seguiremos disfrutándola solo unos cuantos.


La única excusa que le encuentro al reducido número es su juventud. Da igual el número de premios conseguido o las actuaciones por medio mundo, es incluido en los circuitos como pianista joven, joven promesa... y eso no atrae a los melómanos igual que alguien consagrado o al menos más conocido.

Anda embarcado Shaer en un proyecto que pretende dar a conocer la música que se oía en los tiempos de Picasso y así nos trajo a Málaga su particular repaso por la época: comenzó su recital acercándonos al Maurice Ravel más impresionista a la vez que expresionista, neoclásico y al mismo tiempo con acercamientos a las técnicas jazz, aquel que lejos de lo que muchos conocen (el famosísimo bolero), compuso piezas como el “Gaspard de la nuit” que interpretó Ishay para calentar el ambiente. Una pieza considerada de gran complejidad técnica. A partir de ahí, una vez en caliente y con la complicidad del público se desató con una interpretación de la 'Szabadban (Al aire libre)', del húngaro Béla Bartók, ya casi un incunable de los conciertos de piano. Un ragtime de Scott Joplin 'Maple leaf rag', una de las composiciones más extendidas del estadounidense. Triana de Albéniz y una de las “sonatas de guerra” de Sergéi Prokófiev, la nº 6, puso punto y final al concierto, una sonata completa y genial como muchas del compositor ruso no sin antes producirse una anécdota curiosa de la que yo mismo fui parte. En el descanso y fruto del hecho de asistir algunos alumnos jóvenes de piano con sus familias al concierto y de la cantidad de localidades libres, se produjo un desplazamiento del público hacia las butacas más a la izquierda del escenario con la intención de poder ver sus manos al interpretar, todo un espectáculo por cierto. También hubo trasvases de las localidades de atrás hacia adelante, pero hubo un momento en que toda una fila completa nos levantamos y movimos al unísono. Supongo que cuando volvió a salir, Ishay se preguntaría que había ocurrido. 


Una lastima la visita poco aprovechada en Málaga de este pianista de gran recorrido y al que más de uno le augura un gran futuro. Yo no soy un especialista en el piano, pero desde mi perspectiva como espectador que ha disfrutado de muy buenos pianistas en el Festival de Música Contemporánea de Málaga y otros similares puedo decir que me impresionó muchísimo su capacidad interpretativa, su técnica y su virtuosismo exento de la frialdad que se le presupone siempre a los más virtuosos.



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