Exposicion José Gutiérrez Solana
Por José Manuel Lopez Gaona
FUNDACIÓN PICASSO
Colecciones de la Fundación MAPFRE
Colecciones de la Fundación MAPFRE
Del 10/06/2010 a 10/10/2010
La tertulia del café Pombo |
José Gutiérrez Solana (1886 – 1945) es ese desconocido que pintó los cuadros de "La tertulia del Café Pombo", 1920 y ese otro retrato famoso de Miguel de Unamuno. En la información de la exposición aparece una anécdota: después de haber pasado la guerra civil en París, volvió a la patria y donó sus premios en medallas de oro, para que el nuevo régimen hiciera uso de ellas.
Por lo tanto, lo primero que nos encontramos es un hombre paradójico y muy cercano a eso que se llamó el regeracionismo de la 1ª mitad del siglo XX.
Tenemos un ejemplo muy esclarecedor –aunque su pintura es negra, oscura y triste- del sentimiento de nuestro país como el territorio del clero –reflejo de la Inquisición- , de los toros y sus caballos destripados, así como de tantísimas estampas brutales. Pinta clérigos en Semanas Santas, rostros atentos a sus tétricos rituales; fisonomías de prostitutas míseras, como si la vida las hubiera abandonado. Un poema… vamos. Como si todo fuera un país de seres con sentimientos lúgubres y macabros. Eso que nos ha acompañado durante tanto tiempo y por lo que tuvimos que pagar el precio de una larguísima postguerra.
Nunca fue un pintor reconocido, quizás porque el filo de su pincel zahirió a curas y creencias católicas. Es un pintor muy personal, difícil de encasillar; alejado de las vanguardias, aunque era amigo y compañero de tertulias de Valle-Inclán, de Ramón Gómez de la Serna y otros tantos. Pintor de una España negra, que muchos comparan con la de Goya. Sin embargo Antonio Machado dice que su obra está en las antípodas del aragonés.
Obra que tiene una composición muy académica, aunque su tratamiento del detalle no está en consonancia con esa pulcritud, que se le podría suponer. Utiliza la luz para darle oscuridad a sus cuadros; no existen las sombras, porque no usa la perspectiva. Quizás la parte dedicada a sus grabados sea mejor, si bien notamos una calidad desigual en ellos.
No son las obras mejores de Solana, aunque tienen el interés de mostrarnos las ilustraciones de esa ideología masoca de ver España como una panda de incultos y brutales “campesinos”, que emigran como famélicas hordas a la ciudad. La religión aparece como la ideología que sacraliza esa trágica visión. Al fin y al cabo, a este mundo hemos venido a sufrir.
Cuando uno sale de esta exposición, no puede dejar de reflexionar sobre esa visión de la España osca, con mas fe que razón, más aficionada a sentenciar que a conversar, incapaz de dudar de su creencias, con ese concepto tan autoritario del conocimiento, que los hijos han de heredar de sus padres. Miseria de una España sórdida y grotesca. Quizás hay más historia que arte en esta muestra que debemos agradecer a la Fundación Mapfre.
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