Obra: Sin honra no hay amistad
Autor: Francisco de Rojas Zorrilla
Compañía: Rezuma Teatro
Actores: Luis Felpeto, Antonio Chamizo, Juan Carlos Rueda, Jeromo Del Valle, Sardo Irisarri, Celia Nadal, Laura Torregrosa y Marisol López.
Actores: Luis Felpeto, Antonio Chamizo, Juan Carlos Rueda, Jeromo Del Valle, Sardo Irisarri, Celia Nadal, Laura Torregrosa y Marisol López.
Adaptación y dirección: Juanma Navas.
Este fin de semana asistimos a una divertida puesta en escena y no menos curiosa adaptación de la obra de Francisco de Rojas Zorrilla “Sin honra no hay amistad”. En ella se emplaza la acción de esta comedia del siglo de oro en la década de los setenta del siglo pasado, gracias a la reescritura del texto original realizada por Juanma Navas, quien a su vez dirige la compañía.
Parece que este gran salto en el tiempo desde el año 1635, donde imperaban las capas, las espadas y los duelos por honra y amor, hasta hoy, no le sienta mal a la obra, al texto y a los personajes, por los cuales no pasan los años y, una vez más, se demuestra que hay temas recurrentes que no caducan: la amistad, los desencuentros amorosos, el honor y la honra.
Los personajes transmutan bien y se adaptan a sus nuevos roles; en ello tiene mucho que ver el trabajo de los actores y actrices. Evidentemente a unos les ha sentado mejor que a otros el cambio de época.
El personaje de Melchor ha encajado perfectamente la metamorfosis, cargado a las espaldas de Luis Felpeto, actor enérgico, maleable y plástico (en los buenos sentidos de las palabras) y fresco.
Juana gana mucho con el paso de los años gracias al papel desarrollado por Celia Nadal. Ora torbellino eléctrico en una escena, otrora íntima e introvertida. Luis y Celia, ágiles en el verso, evitan rebajar a éstos a meros textos recitados.
El personaje de Inés pasa un poco desapercibido dado que en muchas ocasiones no se le entendía o no se le oía adecuadamente. Es justo reconocer que en muchas de esas ocasiones era por estar tapada por el sonido.
También es reseñable el trabajo de Sardo Irisarri en el papel de Sabañón: el gorrón, el celestino, el correveydile, el entrometido, el fisgón o el siempre dispuesto. Es muy curioso este actor/personaje; lo que mejor lo define es el hecho de que a veces parecía teletrasportarte al siglo XVII y de pronto al siglo XX.
Por lo demás una buena adaptación que, eliminando lo más retórico y haciendo pasar los textos con más difícil encaje por adaptaciones de canciones conocidas como noches de blanco satén, logró que el ritmo fuera dinámico y no decayera lo importante.
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