La noche del viernes 15 de enero, pudimos asistir en el Teatro Cánovas, dentro del 16º Ciclo de Música Contemporánea de Málaga, a un buen 3º concierto protagonizado por la Sax Ensemble, una formación bastante flexible en sus diferentes presentaciones pues puede alternar interpretaciones con muy diferentes instrumentos, según las necesidades de las obras y partituras que en cada momento lleven a los escenarios (cuerdas, teclados, metales, madera, percusiones...).
Para esta ocasión nos presentaron la obra “Teatro de la Memoria”, del músico madrileño Tomás Marco Aragón, que no en vano atesora premios como el Nacional de Música, el de la Comunidad de Madrid o el Nacional de Radiodifusión y un Premio Ondas por su trabajo en Radio Nacional de España.
Todos estos reconocimientos no hacen más que avalar una muy interesante carrera creativa que pudo verse reflejada en la amplia panoplia de recursos desplegados en la partitura de anoche: atmósferas, juegos de emociones, sensaciones contrapuestas, disonancias imposibles, matemáticas, equilibrios y desequilibrios, ritmos sincopados, rupturas, silencios...
Bien es cierto que, según opinión de algunos espectadores, hay música contemporánea que está mostrando cada vez más signos de previsibilidad o en la de otros, que es una lástima que en determinados momentos musicales se llegue a un climax que bien pudiera ser desarrollado en pro de una partitura más completa y diversificada, pero que se tiende sistemáticamente a romper ya sea con una disonancia, una estridencia, un silencio o un ditirambo. Es como si se temiera componer melodías reconocibles o ritmos excesivamente elaborados, evolucionados o progresivos. Quizá para que no pueda ser calificada de clásica.
Para unos terceros escasea el riesgo o la tangencialidad del límite. De todos modos no puede decirse que la Música Contemporánea sea plato del gusto de muchos en nuestra ciudad, prueba de ello es que no aglutina muchos espectadores, con lo que las críticas que vienen desde dentro del mismo mundo de las vanguardias musicales no hacen más que debilitarla aún más. Otra cosa son las críticas venidas desde esferas musicales más clásicas o, a decir de algunas personas, más relajadas y entendibles. Pero esa es otra controversia.
La noche se inició con una primera pieza de piano y percusiones a los que se sumaban los metales interpretados de modo percusivo, muy sugestivo, que nos transportaba a una parte segunda ejecutada por los saxos barítono y bajo, con el concurso de las percusiones y el sintetizador que ampliaba las posibilidades de explorar muchos otros sonidos e instrumentos.
En la tercera de las partes aparecía en escena una magnífica Pilar Jurado que nos mostró como jugar a los agudos con el sopranino y el soprano, llegando en algunos casos a sonidos más que agudos, acerados e incluso punzantes, pero con sutilezas de por medio.
Avanzando en la obra a través de un sugestivo y cautivador intercambio entre los dos percusionistas en el que se apreciaban juegos de estéreo entre dos cajas orquestales y otros instrumentos de percusión y los dos teclados: piano y sintetizador, se llegaba a un fascinante clímax en el que un atrayente acercamiento de la voz fantástica de la soprano a cada uno de los instrumentos, a veces sugiriendo un aria, otrora un dueto, culminó con un amplio acervo de tonalidades, timbres, gorgoritos... acorde con las particularidades de cada instrumento. Muy bellas las sensaciones producidas por la voz proyectada en la caja de resonancia del piano y la reverberación de sus armónicos y sus modulaciones.
Ambiente sonoro
Ángel Gi-Ordóñez, dirigiendo.
Foto: Tom Wolf.
De este modo continuó la velada entre aventuradas disonancias percusivas, rítmicas y tímbricas, y atmósferas emocionales que desembocaron en un mano a mano de los percusionistas en un, por momentos espectacular duo de marimbas que, en mi caso me evocaron los trajines, idas y venidas, de las típicas caravanas de hormigas. Gran ejecución por parte de ambos músicos. Esta pieza nos adentró en un sugerente y puro sexteto de saxos que, por momentos, recordaba a esas escenas intimistas de cine de autor que nos transportaron, tras una parte de piano demostrativa de la calidad de la pianista, a un final con potentes percusiones, con importante protagonismo del gong y los timbales en los graves, contrastados con los agudos de las frases cantadas, certeramente introducidas. Adecuado final para una noche agradable y entretenida, con momentos de interesantes sugerencias, con una gran interpretación y dirección y una excelente soprano.
Fuera, en los pasillos, era inevitable el aguzar el oído para recabar comentarios, sensaciones y/o críticas. Quizá lo más interesante es el hecho de que moviera al intercambio de opiniones, a la controversia o al debate, eso es señal de que no dejó a nadie indiferente. Quizá uno de los objetivos de cualquier creación artística.
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