domingo, 10 de octubre de 2010

Danza del vino

El Echegaray en danza- 
Por José A Triguero
Fotos Daniel Pérez


IN VINO VERITAS

Cía. Alicia Soto-Hojarasca
[CICLO DE DANZA]
Creación y dirección  Alicia Soto
Intérpretes / Bailarines  Lorenza Di Calogero, Alicia Torres, Alberto Velasco y Alicia Soto
Colaboración artística  Bruno Rosso
Música  Collage musical
Lugar: Teatro Echegaray, miércoles 6 de octubre


Lo primero, saludar este nuevo ciclo de danza. Uno, por ser danza contemporánea. Dos, porque permite que el número de espectadores se mire con otro prisma y así se de la oportunidad de hacer nuevos públicos, diferentes a los ya establecidos. Ésto favorece la creación de públicos para el arte, el mercado impone hoy día demasiadas leyes y es bueno un poco de riesgo.


No hubo numeroso público en ninguna de las actuaciones de los grupos de danza, pero la atmósfera y la seguridad de que, con suerte, asistiríamos a algo único, que no entra en los parámetros normales del puro divertimento, son contagiosas. Cuanta más danza ves, más quieres.

El espectáculo
"In vino veritas" pertenece a ese grupo de montajes en el que epatar, gustar o motivar al público se antepone al baile. Algo positivo tiene esta tendencia cuando se usa bien y es el de acercar a los espectadores neófitos a terrenos poco potenciados en la programación de espectáculos.

Ésto es bueno, ya digo, cuando vendes algo que no es danza para luego mostrar a tus bailarines. Pero es malo, cuando lo específicamente danzístico queda al margen y se busca el efecto fácil, la teatralidad llamativa y la escenificación manida.

Y ésto último es lo que ocurre en la pieza presentada por la compañía Hojarasca para inaugurar el ciclo del Echegaray

Paradójicamente, si comparamos lo que el teatro convencional está haciendo, hemos de reconocer que la propuesta está a un nivel plástico y dramático por encima de la media. Y es que cuando veo trabajos de danza desplazados a otras disciplinas, en éste caso el teatro, no me resulta grato que abandonen la especificidad de su arte, pero sí que me hacen recapacitar sobre el abandono creativo del propio teatro que se practica hoy día, que adolece de los mínimos para motivar al gran público, a no ser que el cabeza de cartel sea una cara conocida, preferentemente del mundo de la televisión.

Quizás, son los teatreros los que debieran ver este tipo de danza. O dicho de otro modo, quizás este tipo de propuestas tendrían más profundidad si se hicieran desde la escena y no desde el baile. 
Visto así, la danza le está diciendo al teatro que está obsoleto, que camina en círculos, que tiene demasiado barniz. Aún con todo, la propuesta podría haber dado más de sí, visualmente es potente pero en foto fija. En movimiento, decae. Además hay temas que te obligan a ir hasta el final, ir hasta lo más profundo y no quedarse en un mero ejercicio estético. En éste caso, el vino, con su potente arsenal de referencias, no acertó a dar con la potencia ni con el desarrollo necesario.

Ni siquiera la coreografía, cuyo mejor momento es cuando aparece el macho cabrío, está a la altura. El sexo, parte sagrada de la consagración del vino, se apunta brevemente, igual que el delirium tremens, por poner dos ejemplos. Resultado, insustancial.

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