Crítica de flamenco por José Antonio Triguero
MELCHORA ORTEGA Y DAVID LAGOS
“Entre dos”
Fotos: Javier Braojos

Al toque: Alfredo Lagos y Santiago Lara
A las palmas: Manuel Salado y Miguel el Londro
El juego con la penumbra y el rito de presentación del concierto inundaron el acto de teatralidad; fue un concierto sencillo y rico en matices. A oscuras y sin mediar palabra comienza el espectáculo en el que cantan un martinete mano a mano, donde el sabor de la seguiriya y de la saeta se entremeten con sabiduría.

Continuó con esmero por seguiriyas, que el guitarrista adornó con el uso constante del trémolo y los arpegios; la salida la hicieron por arriba, con aire jondo y gaditano, en la que el cantaor exhibió unos agudos que, aunque detonantes, no dejaron la contención a un lado, estremeciendo con su caracoleo a los espectadores.
La guitarra, que gozaba de recrearse en el toque completo de todas las cuerdas, pese a la dificultad de su estilo, sonaba límpida, cristalina.
Con los palmeros, nos adentramos en los cantes de Cádiz, las cantiñas, recordamos a Camarón, La Perla y Pericón, mientras el sonido de la voz borda el cante con gran precisión, contratiempo y sentimiento.
Por bulerías, David Lagos, canta apretando las letras, enrabietando los contragolpes y convirtiendo en fácil lo dificil, con jondura y arte jerezano, de Terremoto a José Vargas "el Mono". Aquí guitarra y voz eran un solo instrumento. El timbre del cantaor tiene cierto aire al de Pansequito, pero se impone el soniquete de Jerez y la evocación de la Paquera; eso sí, sin dejar de plasmar su propio sello.

Calza tacones para continuar, hace bromas sobre ello y sobre su marido, David Lagos, del que aseguró que lo tiene bien enseñado y que le quita las letras; la complicidad con el público con su gracia gaditana es total. Se arranca por seguiriyas donde podemos disfrutar de su pellizco y luego por bulerías, descalzada otra vez; saca todo su genio y lo desparrama por el escenario, el guitarrista matiza cada cuerda con sentido y compás, el Niño Jero asomaba en las evoluciones de Melchora Ortega. La zambra "La Salvaora" de León y Quiroga metida por bulerías asombra y destila dicha jerezana en la voz de la cantaora que termina por arriba, por bulerías de Caí, para la pataíta final.

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