Crítica de teato / José Antonio Triguero
Foto: Luis Castilla
Lugar: Sala Gades, sábado 13 de febrero de 2010.
Obra: "Renglones imaginarios" basada en textos de Franz Kafka.
Dramaturgia: David Montero.
Intérpretes: Antonia Gómez, Alberto López, Rubén Barroso "Mini", Eric Petit, Judith Mata, Eloísa Cantón, Javier Mora y Mónica Muñoz.
Dirección: Jorge Barroso "Bifu".
Varuma Teatro ha convertido a Kafka en un poeta, en un tierno y evocador personaje de ficción que recorre el amor, la pasión y la soledad con dotes de funambulista. Desde el clown, la compañia traza una delgada línea entre el circo y su halo romántico, la ópera y su poder de exhaltación y la reflexión sobre el riesgo y la necesidad de seguridad y afecto.
Como a veces he comentado ya en el corto pero intenso periplo de "mi yo espectador" la contaminación de las diferentes artes no es cosa tan sencilla y también es un camino expuesto a los peligros de lo conceptual. Hay dos cosas que considero básicas en el maridaje creativo: que se respete la especificidad de cada disciplina y que los límites entre ellas se trasgredan. Y en el caso de "Renglones imaginarios" no sólo se dan estas premisas sino que además la compañia hace de esos dos elementos la base del magnetismo que transmiten.
Las aportaciones circenses beben de la ópera al igual que ésta se alimenta de la teatralidad, de la música y de las propias evoluciones acrobáticas o de clown que componen la dramaturgia. El piano es una bicicleta y también el sostén de los equilibrios en dos barras verticales fijas. El aro es un trapecio y también la puerta para ir de una a otra realidad.
Sin perder lo que es propio de cada arte han sabido ponerlos en contacto para ensanchar las posibilidades expresivas de cada uno. Y todo sin perder de vista la originalidad en las soluciones tanto escénicas como como dramáticas. Estamos ante una joyita de teatro contemporáneo, un homenaje a la imaginación y a la novedad.
Además no es gratuito que hayan elegido la anécdota de la niña que encontró el escritor en Berlín que lloraba por una muñeca perdida. Kafka se convierte en la muñeca desaparecida y escribe cartas a esa niña, le cuenta los pormenores de su vida y se despide de ella, concluyendo un viaje iniciático que habla del desposeimiento.
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