¿Quién decide los criterios?
Lunes 24 de Enero. Teatro Cánovas.
Lim (Laboratorio de Interpretación Musical), Solistas de Madrid
Jesús Villa-Rojo: Director. Celia Alcedo: Soprano. Antonio Arias: Flauta. Rafael Tamarit: Oboes. Carlos J. Casadó: Clarinetes. Gerardo López Laguna: Piano. Salvador Puig: Violín. Mirelys Morgan: Viola. Enrique Fernández: Violonchelo
Programa:
Hugo Wolf: Cuatro Lieder (Versión de J. Villa-Rojo).
Albéniz: Iberia (Versión de J. Villa-Rojo).
Bis. Antonio Álvarez Alonso: Suspiros de España.
Dice el poema “Humoradas” de Campoamor:
En este mundo traidor,
nada es verdad, ni mentira.
Todo es según el color
del cristal con que se mira.
En este mundo traidor,
nada es verdad, ni mentira.
Todo es según el color
del cristal con que se mira.
¿A qué viene este “cameo” del preclaro e insigne poeta de Navia?, interrogará más de una persona. Pues proviene del mundo de las dudas que todo lo empaña. Y de estas cuitas que nos dejó el concierto de Lim a su paso por Málaga deviene el sofisma de dos posibles interpretaciones de lo que allí acaeció. Quizá como nos planteaba Shakespeare en Hamlet las cosas no sean buenas o malas en sí mismas sino que obedecen a lo que en nuestro interior pensemos de ellas.
Viene todo esto a colación porque para desarrollar una crítica o analizar en su justa medida el 7º concierto del Ciclo sería necesario hacerlo desde dos perspectivas distintas.
La primera de ellas sería desde la perspectiva de un concierto de música clásica “convencional”, sin más distintivos. Tendríamos entonces que decir que el programa era variado, navegaba por diferentes tesituras musicales y daba a conocer trabajos interesantes tanto de autores como de arreglos y adaptaciones, entre obras y piezas de compositores consagrados. A su vez, habría que destacar el trabajo y la figura de Villa-Rojo, en la dirección y en los arreglos y la calidad de los músicos (quizá un poco floja la interpretación del piano en Rhapsody in blue que, oída en otros pianistas, de jazz, gana mucho).
Como ya dije en otra ocasión de otro artista, Villa-Rojo no tiene que demostrarnos nada, Premio Nacional de Música por dos veces, una prolija producción con partituras para todos los gustos; desde las texturas y técnicas mixtas a la música de cámara, pasando por la lírica, la sinfónica, la electroacústica y sus complicidades con el mundo de la cinematografía. Pero aquí entra de lleno el otro lado del cristal, el otro hemisferio cerebral. Muy poco se vislumbró del Villa-Rojo que, creo, todos esperábamos.
La segunda de las perspectivas es diametralmente opuesta. Este concierto se celebraba dentro del XVII Ciclo de Música Contemporánea y todo lo anteriormente expuesto en positivo se transmuta en negativo, ni siquiera los buenos arreglos y las adaptaciones de Villa-Rojo pudieron complacer al escaso público que disfrutó el concierto que fuera a degustar una hora de contemporaneidad. Yo lo disfruté, pero cambiando desde el principio a la otra perspectiva y olvidándome de esperar nada que no fuera lo anteriormente expuesto.
Pero te quedas con el regusto y desde lo más intrincado de la amígdala cerebral te comienzan a surgir interrogantes, reacciones emocionales sin procesar, sensaciones que esperabas despertar y que no han sido mínimamente movilizadas. Y no queda más remedio que dejarlas reflejadas aquí: ¿Quién o quienes establecen los criterios de lo que es o no es música contemporánea? ¿Lo que se considera válido o no para formar parte del ciclo? ¿Escoge quién viene o no, qué obras y autores se interpretarán...?
Y no son interrogantes retóricas, son sofismas y cuitas.
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