Teatro Echegaray.
Pedro Guerra.
Sábado 4 de Diciembre
Asistir a un concierto de Pedro Guerra como el de la noche del sábado, es como quedar con un amigo una tarde para tocar la guitarra. Él, su guitarra y tú. No hay nada más. En confianza y con complicidad.
Estás tan cerca pero a la vez tan lejos que te deleitas con esa envidia tan humana, a veces positiva en pequeñas grageas para no superar la dosis agradable.
Ahora mientras escribo esto tomo la guitarra y comienzo el recorrido por el imaginario exhibido en el escenario del Echegaray. Sin poder evitarlo me voy al primer tema que interpretó de los suyos: “De menos”; la toco, hay alguna parte que no recuerdo, pero es todo tan familiar. Va saliendo y me doy cuenta de que antes de que el la compusiera, todos los acordes, progresiones, melodías estaban ahí, ¿como no las vi antes? Parece que están ocultas hasta que alguien las descubre, alguien como Pedro. ¡Qué simple y que genial al mismo tiempo!
Le dices a tu amigo, Pedro ¿te acuerdas de aquella que tocábamos... de quién era...? Y Pedro la recrea a su forma, íntima, tierna, desnuda, con una melancolía adosada a la cola de su sonoridad como la luz al cometa; lejos de lo almibarado y la sobreinterpretación. Como el que se acaba de acordar. Da igual que sea copla, bolero, tango, ranchera o corrido, las toca todas como si fueran suyas de toda la vida, como Daniela, Matilde, Raíz, Debajo del Puente, 5.000 años, Contamíname... Uno siente ganas de acompañarle cantando, tarareando, con unos acordes o un “punteito”... como los de antes.
Él, mientras tanto, toca las canciones de siempre como las toca todas: dulce y amortiguadamente, a retazos de guitarra y “golosinas” de voz, con sus “gafas de John Lennon”; cuando repite el estribillo seguro que siempre hace algo distinto, y te quedas con la voz colgada, sin entender cuando respira en esas frases inacabables, porqué ahora hace un contratiempo o un silencio o cuando cambiará de nuevo el acento en plena melodía.
Por eso siempre esperas más de él, que te enseñe algo nuevo. Y sientes ganas de decirle, espera hazlo otra vez, quiero aprenderlo. Da igual, para cuando lo haga habrá vuelto a descolgarse con otra nueva variación.
Te presenta su (nuestro) nuevo repertorio de canciones de siempre, de nuestra niñez, las que son imposibles de oír sin que tu cerebro hierva de recuerdos de tu propia infancia, pero su versiones no parten de las interpretaciones de otros, sino de la desnudez de una partitura original en la que homenajea al compositor, al autor, lo reivindica sobre el propio interprete y te cuenta las historias de como las aprendió, de quién las oyó.
Y lo hace con ese humor que se desprende de las propias remembranzas, del anecdotario que cada uno atesora. Decía no hace mucho en una entrevista que para él, “Una canción es buena si uno la puede cantar sólo con una guitarra y la gente se emociona”.
Si esa definición es compartida deberíamos admitir que él tiene muchísimas que entran en esa categoría. De hecho no se limita a presentarnos las versiones de sus canciones de siempre, él mismo se versiona sin grupo, sin orquesta, sin ningún acompañamiento, a veces solo el de los tarareos del propio público. Pedro se reinventa a cada vuelta de estribillo, lo cual hace muy difícil seguirlo cantando o acompañarle tocando.
Después de tantos años componiendo dice Pedro que sentía la necesidad de “hacer algo diferente”, como un "alto en el camino" que le ayudara a "oxigenarse y despejar la mente". Tras el nacimiento de su hijo Pedrito, “el chiquilín”, se planteó un tiempo de descanso y de disfrute en el que no componía, solo cantaba para su familia sus canciones de siempre, las que compartió con nosotros. Ahora podrá volver a escribir pero ya “de una forma más limpia", sin tener la impresión de repetirse constantemente. Algo que ocurre mucho a músicos, grupos y compositores a los que habría que aconsejarles la misma terapia. Es genial para no llegar al punto de aburrir a tus seguidores pareciéndote cada vez más al ti mismo de antes. Quizá esta gira y estos dos discos últimos de versiones le sirva para retomar su actividad creadora con un nuevo impulso. De hecho él espera sacar nuevos temas en este próximo año. Los esperamos con su propio “Deseo”. Entre propias y ajenas nos dejó 27 canciones para que no nos olvidemos de él hasta entonces.
Su humildad y su amistad intimó y estrechó su relación con nosotros como hubiera hecho cualquier tarde que hubiésemos quedado para tocar un rato juntos.
Llámame sentimental pero me evocó y me hizo echar de menos esos buenos ratos.
Que lindo todo. me encantó el "aburrir... pareciéndote cada vez más al ti mismo de antes"
ResponderEliminarY que relindo el "como quedar con un amigo para tocar guitarra"