Por Miguel Ángel Barba
Fotos: Daniel Pérez / T. E.
30 de Abril
Josephine Ayling: guitarra, teclado y voz
Alisha Buttke: viola y teclado
Aurora Aroca, Violoncello y teclado
Estuvieron acompañadas por bajista y batería.
Agradable e íntimo por momentos fue el concierto protagonizado por el internacional trío de mujeres que conforma Boat Beam. Una experiencia que vienen a aunar el folkpop australiano traído de la mano de Josephine, la importante experiencia acumulada en los entresijos del pop más indie por Aurora en su paso por grupos como Russian Red o con cantantes como Christina Rosenvinge, y los atisbos clásicos aportados por la viola de Alisha.
En un amplio repaso por sus trabajos dejaron gran parte de su opera prima, el álbum Puzzle shapes, y nos presentaron su segundo álbum, Reincarnation. Si algo hay que reconocerle al trío que tiene fijada su residencia en Madrid es que son capaces de crear atmósferas que recorren todos los estados de animo: desde la serenidad y amabilidad que transmite la dulce y cálida voz de su vocalista, hasta los senderos más inquietantes y las turbulencias menos esperadas, reminiscencia de su lado más undergound.
Ayling con su aspecto dulce y jovial de no haber roto nunca un plato, deja entrever también su lado más travieso y humorístico al tiempo que desgranan ápices de pop del más clásico y los entretejen con el más actual. Su música tiene un poco de todo, atmósferas ciertamente atemporales y evocaciones a lugares remotos con esos aires de folk progresivo y esos arpegios al más puro estilo country que demuestran una gran capacidad de ubicuidad. Los instrumentos que utilizan, sin gran profusión, ayudan a ir añadiendo detalles precisos en cada arreglo, como si en cada recodo o esquina de cada canción -pequeños retazos de vida-, se ocultaran un arpegio de Josephine, un trémolo o un spicato de Aurora (para mi gusto la más completa desde una perspectiva de técnica musical) y cuando retomas el estribillo saltan de improviso algunos glisando de Alisha. El uso de los sonidos electrónicos (piano eléctrico, sintetizador o mellotron), aunque en dosis pequeñas y escuetas o con ritmos simples, añaden texturas que permiten percibir la evolución entre sus dos trabajos, lo cual se distingue también en los detalles y arreglos; más sofisticados y desarrollados que en su génesis. Al mezclar temas de los dos discos los contrapuntos fueron más evidentes.
El grupo gana bastante con la sección rítmica de acompañamiento aunque también se agradecen esos detalles dejados en temas solo con cuerdas. Destacable el papel desempeñado por el baterista gran revulsivo y diferenciador claro con sus apuntes multiestilistas en las diferentes interpretaciones.
Como despedida y regalo final una versión muy interesante, aunque bastante fiel al original, del I Am the Walrus de John Lennon-Beatles.
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