Por: Carlos Rodríguez Aristizábal
Año: 2009
Duración 72 minutos
Director: Carlos Hagerman
“Vuelve a la vida” es un ceviche a base de mariscos y pescados, con el que los acapulqueños combaten los efectos mortíferos de la resaca. De la misma manera, mediante una polifonía de voces, el documental vuelve a la vida la figura de El Perro Largo, un singular habitante de Acapulco, ya desaparecido, que, entre otras hazañas,buceó con los Kennedy y entrenó al mismo Tarzán, el actor Johnny Weismuller.
La película se sustenta sobre la marca que ha dejado en sus allegados este personaje singular y excepcional: de joven, en una pelea, le arrancó con sus dientes un dedo a su oponente, tenía una relación de amor con una manta raya, que incluso lo besaba cuando buceaba; un hombre que, atando un anzuelo a una cometa, era capaz de pescar evitando molestarse en bajar de la montaña en la que estaba. Un macho-macho, al mejor estilo latinoamericano, macho para la pelea, macho para las mujeres, y además un dios del mar, como reiteran los personajes. Un documental que se inscribe en una de las más consolidadas tradiciones de este tipo de películas: la de la excepcionalidad de lo que retrata, bien sean personajes, lugares o modos de vida.
Narrativamente el documental se estructura a partir de otra de las hazañas del Perro
Largo: la caza de un tiburón. Desde el inicio hasta el final, la película dosifica la
información sobre esa hazaña, hilando en medio las demás historias y situaciones.
Acertada decisión que, a medida que vamos conociendo las peripecias del Perro Largo, nos hace dudar de la veracidad del hecho: Hay que decir que uno de sus hijos sigue creyendo que los ovnis están en el fondo del mar y una hija guarda celosamente un especial regalo de su padre: un trozo de meteorito.
Basado en entrevistas, mediante las cuales sus allegados celebran su vida y su
grandeza, “Vuelve a la vida” utiliza también la recreación, nada realista, de la caza
del tiburón: los mismos personajes que lo acompañaron durante esa pesca, pasean de
nuevo por la playa para representarla, y el director vuelve a esa escena una y otra vez, convirtiéndola en un leitmotiv, que en no pocas ocasiones alcanza buenas cotas de humor.
El imaginario de Acapulco, como lugar de ensueño para turistas del primer mundo,
se muestra a través de uno de los temas más interesantes del documental, su relación y posterior matrimonio con Robyn, una modelo norteamericana quien durante unas vacaciones con su esposo, un guitarrista de jazz, se enamora del Perro Largo y decide quedarse a vivir en Acapulco con su hijo John, apenas un niño.
La vida de Robyn y John, abre un capítulo definitivo en el documental. A partir de
ellos se introducen nuevos temas, como el mundo del jazz en los años cincuenta, el de
la moda; y la droga en ambos círculos. Con ellos el documental cambia de estrategia
discursiva, siguiendo a Robyn en un recorrido por las casas en las que ha vivido en los
Estados Unidos, rememorando un pasado que rompió al irse a vivir a Acapulco.
Pero es John quien adquiere una importancia capital en la película. Desde su inicio
da testimonio de su desgarramiento al trasladarse, siendo niño, a Acapulco. El brusco
cambió que le supuso, su desarraigo, que aún mantiene; sus conflictos de identidad,
rubio y pecoso, entre mulatos; su relación y su admiración (otro más) por el Perro
Largo, su padrastro.
Sobre el final del documental, lo vemos embalando cajas: lleva 18 años viviendo en los Estados Unidos y se dispone, entendemos que por el proceso interno que ha generado en él la realización del documental, a volver a México, a pesar de la negativa de su hija de 9 años. La exposición a sus recuerdos, la mirada retrospectiva sobre su vida, lo lleva a tomar una decisión similar a la que tomó su madre algunas décadas atrás.
Además descubrimos también que John ha sido el director de fotografía de la película,
en un plano en el que lo vemos operando la cámara en la reconstrucción de la pesca del tiburón.
Retratista y retratado, la decisión de John nos plantea un tema bastante interesante
de este tipo de películas: La capacidad del documental de alterar definitivamente las
realidades que toca.
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