Vil Teatro es un nuevo proyecto de viles intenciones en el que anda metido un francotirador de primera: Ery Nízar.
Se han estrenado con 1 de septiembre, obra que se pudo ver el miércoles en el Teatro Cánovas.
Texto: José Antonio Triguero | Fotos: Vil Teatro
Lo bueno de las vilezas de esta compañía es que
te incitan a la diversión y a reinterpretar las normativas con
ingenuidad, humor y el mas humano de los sentidos, el común. Nízar escribe el texto y lo dirige con mano de sable de juguete, ese que produce heridas tipo La venganza de don Mendo versión Fernán Gómez.
El título evidencia las claves desde donde arranca el espectáculo: la vuelta al trabajo después de las vacaciones de verano. Enfermos de ocio, la pareja protagonista interpretada por Laura Vil y José Vera, deciden ayudar a sus compañeros de oficina y librarlos de los efectos de dicha enfermedad. Pero sus compañeros los rechazan y la empresa los despide y los redespide mas tarde. Así las cosas, y al no abandonar su despacho, se sitúan fuera de la ley. No obstante, deciden animar la vida triste de la empresa con una serie de activismos en los que se dan cita el humor, las máscaras de japicacos, el teatro, el baile, la canción y la payasada. Todo un show.
El éxito es tan brutal que la empresa se colapsa mientras los empleados cantan y bailan a coro canciones como La barbacoa de Georgie Dann. Incluso los defienden cuando la policía acordona
el edificio y trata de reprimirlos como si fueran terroristas. Pero al final se sabe la verdad y les premian conservando su despacho. Los jefes se suicidan pero entra un nuevo jefe quizá peor. De todos modos, deciden seguir con su particular fiesta. El mensaje: Nos van a dar de todas formas. Entonces ¿por qué renunciar a pasártelo bien, ir a tu bola e intentar que los demás también disfruten?
Imagino que se preguntarán cómo dos actores en un escenario pueden dar lugar a toda esta historia. La magia del teatro. El poder de la sinécdoque. La puerta exterior de la escena: la imaginación del espectador que ríe y vuela con sus propias alas. Existe una verdad muy sencilla, lo que pueda ocurrir en tu mente es siempre mejor que lo que te puedan mostrar en las tablas de un escenario.
Considero esenciales dos elementos en la propuesta: El ritmo. Entrar en él es fundamental para los actores que han de alternar acciones, chistes, canciones,
esperas y un texto endiablado por momentos. Por ese motivo se ha de comenzar muy arriba desde el principio. Y la atmósfera. La escueta y clásica disposición escénica, la caracterización, las músicas y voces en off y la interpretación pueril y desconcertante que tanto recuerda al teatro cómico de la postguerra, jugando con el absurdo y las recalcitrantes pero ingenuas oficinas de la época del dictador.
En el momento más álgido se suceden homenajes -a Carlos Cano, a Gila, a Eusebio y otros- con los sarcasmos, a Lorca por ejemplo, sin ir mas lejos. Durante la obra pasan por nuestra cabeza toda la imaginería española, desde La Rendición de Breda a Raphael. Quizás hayan encontrado la fórmula de hablar al inconsciente colectivo entre bromas aparentemente inofensivas. ¡Menuda vileza!
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