Por: Carlos Rodríguez Aristizábal
Dirección: Aaron Schock
Duración: 77 min
Nacionalidad: EEUU, México
Dentro de las películas seleccionadas en la Sección Oficial de Documental del Festival de Cine de Málaga, “Circo”, la ganadora, es tal vez la que más representa la aspiración originaria del documental: La de explicar el mundo desde afuera, la de asistir, con mirada de voyeur, a las realidades que viven otros.
Frente a propuestas donde esa aspiración es más problemática, como en “Vuelve a la vida”, donde uno de sus protagonistas es a la vez director de fotografía, o “Apaporis, en busca del río”, donde el director narra su viaje por el río Apaporis, o la emotiva, bella, dura y excelente película “ El edificio de los Chilenos”, donde su directora hace una suerte de diario de viaje interior, de ajuste de cuentas con su vida, inmersa de niña en uno de los capítulos más desconocidos de la muy documentada izquierda chilena opositora a Pinochet; el jurado de documental del Festival de Cine de Málaga ha decidido premiar una inmensa obra que recupera el espíritu original del documental.
En la tradición del cine de observación, o del cine directo, “Circo” nos sumerge en la historia de la familia Ponce. Abuelos, padres, hijos y sobrinos que luchan por conservar una empresa circense que les viene de generaciones. Como espectadores asistimos al esfuerzo mayúsculo de una familia que recorre los pueblos de México con su espectáculo.
Aaron Schock, el director neoyorkino de esta película, encontró en el circo de la familia Ponce la historia que estaba buscando: se encontraba en México a la caza de un documental sobre los productores de maíz, y una noche se encontró con el circo de la familia Ponce, y entendió que desde allí podía contar la obsolescencia de una tradición rural decimonónica en el siglo XXI.
Pero “Circo” es sobretodo un drama familiar: la de un padre que intenta continuar la tradición de la familia, en un mundo que ha cambiado, y una madre, de pueblo, metida al nomadismo por un enamoramiento de juventud. Ahora tienen hijos que, claro, trabajan en el circo. La madre entiende que es un esfuerzo vano. El padre no sabe hacer otra cosa.
Tuvo Aaron Schock la suerte, como documentalista, de asistir al desmembramiento de esta familia. Y tuvo el talento, y el oficio, para contarlo bellamente. Conviviendo con ellos de pueblo en pueblo, haciendo el mismo la cámara, logra registrar momentos de sorprendente intimidad, como si la cámara se hubiese hecho invisible para los personajes, en la tradición del cine de Frederick Wiseman.
Bellamente fotografiada y excelentemente montada, “Circo” nos devuelve la confianza, hoy justamente cuestionada, de que las películas documentales, o de no ficción, siguen siendo una potente herramienta para conocer el mundo; de que la manipulación y tratamiento que hace de los materiales, situaciones y personajes que trabaja, no invalida su pretensión de ser un vehículo de conocimiento de las realidades a las que se aproxima.
En las imágenes y el discurso de este documental, premiado por el Festival de Málaga, la sospecha aún no se ha instalado.
Me gustan ese tipo de documentales
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