Melodías primigenias aterciopeladas
Viernes, 04 de Marzo de 2011
Lionel Loueke es depositario de incontables experiencias y sinergias, surgidas de los más variopintos conceptos básicos de la música popular africana y de los más sofisticados del jazz más contemporáneo. Tener la oportunidad de disfrutar de él y de su música fue todo un lujo para las pocas personas que nos dimos cita en el Echegaray el viernes. Es una lastima pues, aunque ya pudimos deleitarnos con él con anterioridad (yo no), es cierto que nos visitó como acompañante de Herbie Hancock, no en solitario.
Con una guitarra clásica electrificada, atesorando una técnica integral, panegírica, con elementos intrínsecos venidos de lo ignoto, allá entre el Río Níger y la Bahía de Benin, Loueke es pura nostalgia atávica.
Carente de excesos de ampulosidad y jugando con el factor emocional, Lionel se inmiscuye en nuestras sensaciones con meandros sonoros, casi sinalefas musicales, que nos mueven a pensar que es un guitarrista clásico, después popular y a los pocos segundos que es un innovador metido al freejazz. De este tácito encuentro solo puede surgir una música de brillante factura al tiempo que inopinada improvisación previsible y medida.
De su inveterado estilo emanan melodías primigenias aterciopeladas, mezcladas con el fulgor ígneo de las más variopintas mezcolanzas que se dan, no solo a lo largo del concierto, sino dentro mismo de cada uno de los temas, que parecen así recorrer la interculturalidad de sus miembros y su fusión en una amalgama cuidada, desde rústica a vanguardista.
La estructura rítmica que soporta su música y su ductilidad no es fruto del azar. El contrabajo del italo-helvético Massimo Biolcati es comedido y a veces parece pasar desapercibido pero se me antoja un soporte vital para todo el esquema y la base de los temas. Así mismo, la batería del húngaro Ferenc Nemeth es patente todo el concierto, con una fuerza inusitada que ampara en todo momento la ductilidad y cambiante forma de tocar de Loueke, reforzándola y potenciándola. La complicidad musical del trio se remonta a su formación conjunta en la Berklee College of Music, en Boston, Massachusetts.
Desde mi perspectiva erraron la posición de éste instrumento en el escenario, pues lo situaron a la derecha del público mientras el contrabajo ocupaba el centro y fondo, lugar que hubiese resultado mejor desde un punto de vista de sonoridad para la batería, ya que las personas situadas a este lado del escenario la oían más que a la guitarra.
De todos modos, las características musicales intangibles del trío, la depurada técnica y los efectos empleados a lo largo del concierto (aplicando suaves delays a la guitarra o unos pitchs múltiples a la voz, logrando un sonido coral), otorgaron a su música ese aluvión constante de sonoridades diversas que hacían del mismo un conjunto agradable de melodías, armonías, escalas, virtuosismo, ritmo o dulzura, pues podía iniciar un tema rememorando cualquier zarambeque, griot o canción polirítmica de cualquier etnia centroafricana y adentrarse hasta el más osado funkjazz o la fusión más vanguardista y contemporánea y volver al principio sin despeinarse.
Todo un lujo con pocos y escogidos acólitos que aventuro serán más a partir de ahora en Málaga.
No conocía a este hombre es muy bueno.
ResponderEliminarQuería decir que me alegraba que me lo dieras a conocer, Miguel. Gracias por mandarme el enlace.
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