Por José Manuel López Gaona
Teatro Echegaray
Viernes 3/12/2010
Ana es especial, muy especial. Ella es una artista de culto. Lo era a finales de los 70, cuando daba conciertos en la movida madrileña, junto a Alaska y Parálisis Permanente –un poco después-. Digital 21 (Miguel) es el otro monstruo que actuó en el Echegaray.
El Malagueño y la madrileña dieron un espectáculo luminoso, original –al menos por estos pagos- para un público –algo mas de media entrada- absolutamente entregado, ya fuera por admiradores o familiares que allí estaban. Todo fue muy entrañable, Góticos post-punk – botas Dr. Martens y señoras de peluquería (sospecho que familiares de los artistas)-
La puesta en escena fue espectacular. Digital 21 preparó un escenario lleno de cables, luces y una pantalla gigante donde proyectaba videos de escenas guerreras, holocaustos... A ratos pareció antiguo, como repetición de clichés que funcionan tipo look de affiches Ronald Regan, pero muy notable cuando proyectó el Guernica de Picasso casi en 3D; académicos y vanguardistas. No en vano ambos artistas son sendos profesores; Ana de piano en el conservatorio del Escorial y Miguel en la escuela de arte y tecnología de Madrid.
Personalmente me emocionaron las dos primeras piezas, con Ana al piano, arropada por los sonidos, luces e imágenes, diseñadas por el malagueño. Soberbio. Miguel crea sonidos con cajas tecnológicas, pero también usa guitarras –eléctricas o no- sitar y teclados. A veces resulta difícil encontrar la armonía con la sucesión de sonidos tan novedosos, pero el escenario no solo ofrecía sonidos, también visión, incluso olores del smog de los efectos especiales. Es lo que se dice “obra de arte total.” Un reflejo distorsionado en las pupilas dilatadas de expectantes espectadores
Tanta tecnología no pudo disimular el mal sonido que a veces padecimos en el espectáculo. Ni Robert Fripp y Brian Eno hubieran levantado tanta polvareda; aunque la no calidad sería conveniente cuidarla, por respeto a los que pagaron en taquilla. Pero estoy convencido que ninguno de los rendidos admiradores/as de la diva del gótico se acuerda ya del incidente sin importancia.
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