En el árido desierto de la simpleza, alguien levanta la voz con talento. Y lo digo por todos los que han organizado esta exposición: La Tate St Ives en colaboración con el CAC Málaga y el FRAC Champagne-Ardenne. Al pedir una hoja de sala para ilustrarme mejor en la visita, la cicerone me dijo que no había, que se han agotado. Y es que está siendo un éxito de público.
Dexter es un pintor que podemos encuadrarlo en el Pop Art –quizás ya un poco tardío- por sus colores vivos y los collages, pienso que son magníficos. Vemos un rastro de Lichtenstein y toda su imaginería. Su propuesta estética tiene que ver con los acontecimientos que nos apabullan en la información –iconos y significados- que hemos recibido desde que íbamos al cole.
El Pop Art es una respuesta estética, surgida a principio de los años 50, que deja de lado la abstracción y se centra en la figuración, en un intento de hacer “comentarios” sobre la realidad. Ha tenido que ver con el desarrollo de la Publicidad y el Comic. Y otro tanto no despreciable con el Graffity, como por ejemplo Banksy; al que Dexter Dalwood dedica un cuadro (Poll Tax Riots)
Dexter trata de darles un sentido, proponer un orden en todas las imágenes o estímulos a las que nos hemos visto expuestos. Expone su sofisticada visión de ellos. Su maestría para distribuir el espacio que nos muestra, sugiere el tipo de vida de sus moradores. Y ese es el sentido, el modo de vida que nos aprisiona y nos envilece; pero del que, a la vez, somos agraciados. Son espacios fríos, otras veces nos muestran una pasión desordenada, o vaya usted a saber lo que quieren expresar.
Vemos aparecer imágenes de Bahía de Cochinos y un habitáculo de Ulrike Meinhof; el estudio de Rosa Luxemburgo y el putrefacto dormitorio de Mikel Jackson. Y continúa con pequeños collages, uniendo la habitación de la reina Isabel de Inglaterra con el escondrijo guevarista del Che en Bolivia; el chalet de Nietzsche con la ejecución de Ceauşescu o el juicio a Milosevic, Hendrix, el hotel Chelsea… No hay nada de caótico, es nuestra cultura audiovisual. El Mayo del 68, que aunque lo recordemos, ya no nos sirve pero está ahí, con toda esa rehala de líderes confortables. Incluso está la dasha de Gorbachov.
En realidad, fiel al estilo Pop Art, presenta las imágenes de una cultura popular hecha de fragmentos inconexos, de fulgores de realidad que aturden y embaucan, como un gran imán de cerebros, convenientemente transmutados para este show.
Esta anarquía configurada, refleja nuestra cultura visual. Sus cuadros te atraen con la sugestión de las grandes áreas de color. No me atrevo a soñar que esta anarquía son las nuevas ideas que necesitamos; pero de lo que estoy seguro es que Dalwood es un espejo donde podemos ver lo tortuoso de una cultura audiovisual, con significados más próximos a la manera de representarlo que a lo que representan, ó sea, aquello de que el medio es el mensaje. La noticia no es lo que da el telediario, sino el propio telediario. Lo vemos en la tele a diario: gente que es famosa por ser famosa.
El CAC se ha apuntado un tanto muy importante con esta muestra que da referencias muy precisas del arte que se hace ahora mismo.
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