Obra: Princesa Bari o la Princesa abandonada.
Autor: Eun Kyung Kang.
Compañía: Mu Teatro.
Intérpretes: Elena Casanueva, Klara Martínez, Simón Ramos y Pape Labraca.
Dirección: Eun Kyung Kang.
La unión de lo oriental y lo occidental es uno de los objetivos de Mu Teatro, compañía que nace en Málaga en el año 2006. En esta oportunidad pudimos ver sobre el escenario de la sala del Centro Cultural Provincial de la Diputación de Málaga en calle Ollerías, el espectáculo “Princesa Bari o la Princesa Abandonada”. El montaje cuenta la vida de la Princesa Bari que al nacer séptima en la línea sucesoria y ser mujer, es abandonada por su padre a pesar de la negativa de su madre. Uno de los encargados de tirarla al río conmovido ante la bebé, decide entregarla a un matrimonio de ancianos para que se hagan cargo de ella. Ya criada por estos, el encargado de abandonarla, a pedido del Rey padre de Bari, le pide encontrarla y traerla de nuevo al Reino para que cumpla una misión que devolverá la vida a la reina. Este será no sólo el reencuentro de la Princesa Bari con sus orígenes, sino también el cambio de vida que la transformará en la encargada del paso de los humanos a la otra vida.
Este es el argumento de la obra que a modo de ceremonia oriental y teatro, representaron los actores Elena Casanueva, Klara Martínez, Simón Ramos y Pape Labraca sobre texto y dirección de Eun Kyung Kang.
Este es el argumento de la obra que a modo de ceremonia oriental y teatro, representaron los actores Elena Casanueva, Klara Martínez, Simón Ramos y Pape Labraca sobre texto y dirección de Eun Kyung Kang.
A pesar de la belleza de algunas imágenes que se pueden disfrutar durante la función y esta nueva forma de proponer el teatro, la obra carece de cosas fundamentales a la hora de plantear un montaje. Toda la parte de ritual está muy bien conseguida, pero no está bien integrada al resto del trabajo. Lo oriental y lo occidental, que la directora intenta fundir, no logra esa comunión integradora que se entiende en palabras de Kang. Son como compartimentos estancos que solo sirven para darle un toque exótico.
Las actuaciones son muy pobres, con un soniquete al hablar que roza el montaje de fin de curso de una escuela de arte dramático. Da la impresión que se hubiera trabajado cada personaje desde la coreografía (el afuera) propuesta por la dirección, antes de incorporarlo y hacerlo parte de cada personaje (el adentro). Las palabras no transmiten las sensaciones ni los sentimientos que requieren. Están en muchos casos vacías, superadas por la belleza de los movimientos.
La parte de dirección de actores es uno de los grandes fallos de esta propuesta que despierta mucho interés por ese toque oriental que es una marca registrada de la puesta, pero que no alcanza para llegar al público.
La puesta en escena y la decoración elegida están bien planteadas en coherencia con lo que se quiere de la obra. Cuatro baúles y varias lámparas de papel en varios colores son lo que nos ubica en este puente entre oriente y occidente. Esto logra también una escena limpia para practicar este ritual que acerca diferentes disciplinas de oriente al teatro actual.
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