Crítica de teatro / José Antonio Triguero
Programación para niños
Marie, una amigo y el bebé cantor
Se trata de una historia directa que se desarrolla en una guardería donde los responsables de ésta, el jefe y una empleada que tienen que cuidar a una niña conflictiva, probarán todo tipo de formas para mantener el orden y encauzar a la niña en la convivencia con los demás bebés. Nada les de resultado hasta que se dan cuenta de que a la niña le falta cariño, un cariño que uno de los bebés es el primero en brindar a Marie, que así se llama la nena.
La compañía Marie de Jongh toma su nombre de la suma del nombre de la protagonista de esta historia y el apellido de una heroína de la II Guerra Mundial que creó la Red Comète con la que salvó muchas vidas de aviadores del bando aliado. Los miembros de la compañía conocieron en persona a Andrèe de Jongh, que era su nombre completo. De nacionalidad belga, trabajó como enfermera en Bruselas y ayudó a evacuar soldados europeos a través de los Pirineos y trazó una ruta que enlazó París y Bayona hasta el País Vasco y desde allí hasta Gibraltar. Dedée, como se la conocía, luchó hasta que fue detenida por oficiales de la RAF y enviada a los campos de concentración de Ravensbrück y Matuthausen. La liberaron en 1945 y después de la guerra trabajó en hospitales de leprosos en el Congo y Etiopía.
Queda claro que la decisión de utilizar el nombre de una luchadora, habla de la intención de orientar su trabajo hacia lo comprometido. ¿Por qué lloras, Marie? es una obra para niños a partir de 5 años aunque tiene ingredientes suficientes para que el espectador adulto comparta un momento de disfrute y reflexión con el niño, cosa que esta obra es patente pues habla de la relación padres e hijos. Así que de esta guisa nos encontramos con un lenguaje adulto para niños, es decir que se le habla al niño como a un ser inteligente y no con condescendencia.
Un simple forillo con dos puertas, la de entrada y la del armario, en el centro una ventana con una persiana cerrada y dos sillas es la imagen del espectáculo, una imagen sobria y elemental para contar una historia que no necesita adornos. Nada se da por sabido, vas descubriendo lo que ocurre a medida que va pasando, no es un espectáculo previsible ni ilustrativo. Cuando aparecen las tres cunas, te comienzas a dar cuenta de que estamos en una guardería de bebés. Luego entra otra cuna diferente, más descuidada y oscura, una cuna que el jefe de la guardería pone aparte, con lo que los niños y los padres tienen claro que será la cuna de un bebé también diferente.
Al principio no llora ningún bebé, todo parece tranquilo, hasta que el último bebe que ha entrado muerde a la chica, a partir de ahí vamos descubriendo el caracter violento de Marie, destroza los peluches, ataca a sus cuidadores, practica el abordaje de las otras cunas, salta desde la suya, roba los juguetes y los rompe. En el primer abordaje Marie casi se cae, con una pierna en la otra cuna y otra en la suya que se va alejando, queda con las piernas abiertas; es una de las escenas más cómicas y que Marie resuelve con agilidad consiguiendo no caerse y volviendo a su cuna. Fue un momento que arrancó aplausos.
Y sin texto ni acciones mimadas, sólo onomatopeyas, pantomima clownesca y buena manipulación de muñecos hicieron falta para conmover desde la precisión. De repente todos lloran a la vez, el dueño de la guardería toca el cello y los calma. El juego de poner y quitar los chupetes de las cunas identificados con un sonido fue de gran ocurrencia y que termina descubriendo al bebé cantor; éste causó una agradable sorpresa en el público, ya que era la antítesis de Marie.
Los niños no dejaban de preguntar, acostumbrados a un teatro más previsible que lo da todo mascado. Y es que en espectáculos como éste la imaginación ha de trabajar.
Llega el momento de tomar el biberón, pero Marie expulsa la leche que impacta en la cara de su cuidadora. Los momentos en los que los bebés están solos son contundentes; en ellos Marie extorsiona a los otros bebés, como cuando le exige el sonajero al bebé cantor con un leve pero amenazante gesto de su mano. El no quiere dárselo, así que Marie se lanza al abordaje empujando su cuna hacia la del otro niño, salta, le trata de quitar el sonajero, le tira de la oreja y de la nariz pero el niño se defiende, se dan patadas, él le muerde en el culo y ésta se tira un sonoro pedo en su boca, cosa que él le devuelve. Ella retrocede a su cunita y se da por vencida.
Pero he aquí que comienzan a hacerse amigos, juegan a escupir lejos y él le da un besito. Ella no sabe cómo reaccionar pero le devuelve el beso, está contenta, bailan los dos en la cuna de Marie pero... llega la cuidadora que malinterpreta la situación, lo coge a él y lo devuelve a su cuna, aunque a la cuidadora le extraña que el sonajero aún esté en la cunita del bebe cantor, Marie se acurruca en la suya después de poner el muñeco que había robado fuera de la cuna para que fuera devuelto a su, ahora, amigo.
Suena el timbre, los padres vienen a recoger a sus hijos, todos salen menos Marie: nadie ha venido a buscarla. El cuidador le hace carantoñas, ella le escupe, él da un tropiezo y se cae, Marie intenta ayudarle, él se levanta y la coge en brazos, se hacen caricias mutuamente. Por fin suena un timbre impaciente, son los padres de Marie. Ella llora, no se quiere ir porque allí le han dado cariño. Y el cuidador, un hombre exigente y hosco queda tocado también ¿será porque a él también le falta cariño? La cunita sale por la puerta entre el llanto desesperado de Marie. En este punto la escena conmueve, es triste, pero a la cuidadora se le ocurre una idea. APAGÓN.
Cuando vuelve la luz nos encontramos en la casa de Marie, la cuna está allí y ella sigue llorando. El padre se desespera con ella, empuja la cuna, está agresivo, de los nervios, se mete tapones en los oídos para no escucharla y se marcha dejándola sola mientas ella no deja de llorar. Pero... por la ventana entran sus cuidadores, la empleada la coge en brazos y él toca el chelo, Marie está contenta.
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